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José T. Raga

Gastar por gastar

A los apóstoles del gasto les preguntaría: ¿de qué sirvió el gasto público de la etapa Zapatero, además de para comisiones y corrupción?

Si a nuestros padres o abuelos les hubiéramos enunciado este principio, a buen seguro que por prodigalidad nos habrían proscrito, y se habrían afanado en buscar una causa de desheredación. Para esto no se requería que nuestros mayores hubieran nacido en Alemania; era la norma general de "nadie gasta más de lo que tiene".

Pasados unos cuantos lustros, se diría que los únicos llamados a reparar en la perversión contenida en el enunciado de estas líneas son los alemanes, y lo hacen criticando y censurando el gastar por gastar, tanto cuando se dilapida el patrimonio individual como cuando afecta al patrimonio público. Ha causado estupor la respuesta alemana a la petición de algunos países europeos de que Berlín adopte medidas de relanzamiento, que en el lenguaje actual significa incremento del gasto público, incluso olvidando el objetivo de control del déficit presupuestario.

Cuando la canciller Merkel, que terminó el año 2011 con un déficit público del 0,8 % del PIB, manifiesta que seguirá con su política de contención para llegar al equilibrio presupuestario, algunos la acusan de adoptar posiciones extravagantes, perjudiciales para el mundo y también para Alemania. Se le recuerda, incluso, que en la reunificación de Alemania fuimos todos los que nos sacrificamos, cosa que ahora olvidaría la señora canciller. Yo, que ya peinaba canas en aquel momento, no soy consciente de sacrificio alguno en aquella ocasión.

Más complicado es escuchar pacientemente eso cuando la voz procede de una nación que cerró el año 2011 con un déficit del 9,4% del PIB, lo cual ni siquiera se puede considerar mala administración, porque entra en la categoría de irresponsable desorden. Para incrementar nuestros males, las recientes manifestaciones alemanas no pueden ser más inapelables. Sólo deben realizarse aquellos gastos que tengan una utilidad, es decir que tengan un rendimiento social, claramente perceptible, de forma que el gasto pueda recuperarse socialmente.

A los apóstoles del gasto, que en España hay muchos, les preguntaría: ¿de qué sirvió el gasto público de la etapa Zapatero, además de para comisiones y corrupción? En 2005 España invirtió el 29,4% del PIB y Alemania sólo el 17,3. En 2006 España invirtió el 30,6% del PIB y Alemania el 18,1. En 2007, ya en crisis, España invirtió el 30,7 % del PIB y Alemania el 18,4. De 2004 a 2011, nuestra inversión en términos del PIB estuvo muy por encima de la de Alemania, Países Bajos, Italia y Francia; sólo en 2011 nos supera Austria, por tres décimas (España, 21,1%).

¿Quién y por cuánto tiempo puede sostener aeropuertos sin aviones o deficitarios, autopistas sin automóviles, ferrocarriles en pérdidas o aerolíneas ruinosas? Añadamos a eso los polideportivos vacíos, museos sin nada que mostrar, palacios de congresos sin congresistas, centros educativos sin alumnos y, en fin, monumentos conmemorativos de tributo efímero.

¿Hay quien pueda hablar de los efectos beneficiosos del gasto por el gasto? Pues sí, los hay.

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