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José T. Raga

La margarita del rescate

Siguen siendo muchas las partidas presupuestarias de las que se puede recortar sin afectar al bienestar de los españoles.

"Rescate, no rescate, rescate, no rescate, rescate...". La cuestión, que empezó como un corto, ha pasado ya de largometraje para convertirse en un serial radiotelevisivo. El rescate y la prima, la de riesgo, están tan presentes en la vida de los españoles, que hasta en cualquier tertulia se producen discusiones acerca de si conviene o no pedir el rescate, cuáles serían las condiciones que se impondrían en caso de mediar petición y hasta dónde puede llegar el esfuerzo de los españoles para salir de la situación en la que nos encontramos.

Siéndoles muy sincero, mi inquietud sobre la petición de rescate está muy en segundo lugar; sin embargo, sí me angustia la urgente necesidad de medidas para que la capacidad de amortizar nuestra deuda deje de ser una utopía. Ahora bien, si la única forma de romper la tibieza para implantar, con la dureza necesaria, las medidas encaminadas a lograr el equilibrio de las cuentas públicas, primero, y reiniciar el crecimiento de nuestra economía, después, es pedir el recate, bienvenida sea la petición.

Sería preferible que autónomamente fuéramos capaces de tomar las decisiones de gobierno, por dramáticas que fueran, necesarias para resolver, hoy, el primer problema de nuestra economía: el excesivo gasto público –alimentado en épocas de euforia con funciones estériles y exceso de personal al servicio de las administraciones públicas, ajeno todo al bien de la comunidad–, que genera déficit en el sector público y endeudamiento creciente y pone en duda nuestra solvencia y fiabilidad como nación. Así demostraríamos nuestra madurez democrática y la seguridad de un proyecto de gobierno que no puede someterse al albur de las opiniones de quienes no tienen la responsabilidad de gobernar.

Siguen siendo muchas las partidas presupuestarias de las que se puede recortar sin afectar al bienestar de los españoles, pero el tiempo pasa y el esfuerzo que todos entienden que hay que hacer para salir de una situación en la que nos metieron los que nos precedieron está llegando al límite. Todavía, las únicas medidas perceptibles son las que se traducen en una disminución de la renta disponible de los españoles –aumento del IRPF, aumento del IVA y aumento de los impuestos especiales (tabaco, alcohol, carburantes, etc.)–, pero nada se detecta en lo relacionado con la contracción del gasto ineficiente e innecesario de las administraciones públicas. ¿Será el rescate lo que venga a resolverlo? ¡Ojalá!

Los mercados parecen dar por supuesto que la petición de rescate está al caer, pues la atenuación de la prima de riesgo sólo se explica por la disposición del BCE a comprar deuda pública española, aunque su presidente ha advertido de que sólo lo hará si hay petición de rescate y medidas que cumplir para el mismo. Después, que no digan que Draghi engaña. Su programa, no aumentar la masa monetaria, es lo que se llama defender el euro; lo otro, la inyección de nuevo dinero, no pasa de ser tolerancia para con el despilfarro y deterioro de la estabilidad de la moneda común..

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