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José T. Raga

Las dádivas del presidente

Porque "afrontar" es hacer frente; no dejar que la crisis siga haciendo sus estragos en la economía de la nación, para que Epulón venga después a dar unas palmaditas en la espalda de aquellos que están en situación más débil y moribunda.

¿Magnanimidad o farsa? ¿Voluntad decidida o atolondramiento? ¿Solución o engaño? La verdad es que siempre me resulta difícil encuadrar en un calificativo que no suene peyorativo, los anuncios, proclamas, advertencias –incluso aquellas manifestaciones que reciben el inmerecido apelativo de "medidas"– y que proceden de la mente política del señor presidente del Gobierno.

Su última aparición en la escena política, que gozaba del privilegio de la advertencia previa, tenía el propósito –siendo fiel a su anuncio– de dar a conocer un paquete de medidas para afrontar la crisis que por lo visto ya existe; aunque durante su comparecencia pública, en más de una ocasión, eludió el término "crisis" sustituyéndolo por el de "momentos de dificultades".

Voy, sin embargo, a no entretenerme en estos aspectos semánticos, si bien no carecen de importancia, pues si de semántica se trata, prefiero situarme en la arrogancia que encierra el uso del vocablo "medidas" (sobre todo si se tiene en cuenta el contenido de aquellas), ya que ni la más benevolente de las valoraciones osaría concederle semejante denominación.

Cuando el rico Epulón se jactaba de los dispendios que hacía en asistencia de las necesidades, no pretendía demostrar que estaba resolviendo los problemas del mundo, sino simplemente presumir de que su actitud excedía de la exigible a cualquier ciudadano, por lo que podía presumir de su conducta benefactora. Bien es cierto que Epulón daba de lo suyo y no de lo que le confiaban terceras partes –los contribuyentes– para una buena administración. Sin embargo, de ninguna manera esto se habría podido considerar una "medida" para afrontar la pobreza o la situación crítica de quienes lo recibían.

Las medidas para afrontar la crisis o "las dificultades" –que parece término de uso preferente– tienen que consistir, ante todo, en una acción de política económica encaminada a resolver los problemas actuales. Por lo tanto, se aleja de la anécdota, de la concreción en aspectos parciales y de la especificidad en lo personal, todo lo cual tiene caducidad inmediata y es incapaz de hacer frente a las fuerzas destructoras de la crisis.

Porque "afrontar" es hacer frente; no dejar que la crisis siga haciendo sus estragos en la economía de la nación, para que Epulón venga después a dar unas palmaditas en la espalda de aquellos que están en situación más débil y moribunda. Y de la misma manera en que Epulón elevaba su súplica para hacer notar que él no era como los demás, la presentación en sociedad de las pretendidas medidas de Zapatero viene a afirmar que nuestra crisis o "dificultad", no es como la de los otros pues, aquí, gracias a las dádivas públicas, no pasa nada. Y ello pese a que los técnicos y la teoría económica sigan afirmando que estamos ya en el inicio de la recesión. Con las "medidas" se da un paso más para que los más necesitados sientan el gozo de la palmadita en la espalda, aunque sobre esa espalda recaiga dentro de dos años una carga muy superior a la que habrían tenido que soportar en el momento presente.

Tan es así que Epulón, que en este caso no ha dado de lo suyo, sino que ha dispuesto de lo de los demás –sistema financiero privado y sistema de garantías públicas–, tiene sumidos en la ignorancia a los agentes llamados a actuar, a la espera de que alguien les desvele los velados entresijos de sus promesas.

El "no se preocupe que aquí estoy yo" en España es la advertencia de "empiece a preocuparse"; más aún si viene del Gobierno.

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