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José T. Raga

Ocaso de ideas, carencia de líderes

Sin ideas, el líder no pasará de ser un simple papanatas con capacidad para esparcir el mal por el mundo.

La relación de dependencia entre estas dos variables parece a todas luces evidente. Un líder sólo puede brotar cuando quien pretenda abrogarse esa condición esté en posesión vivencial de ideas y, además, esté dispuesto a llevarlas a término. Sin ideas, el líder no pasará de ser un simple papanatas con capacidad para esparcir el mal por el mundo, dependiendo, simplemente, del espacio que le permitan los que le contemplan.

Dejar de preocuparnos, incluso eliminar en la educación cualquier consideración a los fundamentos del saber, ha arrancado de raíz la posibilidad de ideas fundadas y contrastadas sobre las que edificar un liderazgo responsable. Por eso, los que hoy llamamos líderes no apelan a la razón ni al sentido común de las cosas, sino que tratan, por todos los medios, de despertar las emociones en quienes les escuchan. Por otro lado, una sociedad cansada, con horizonte reducido, es presa fácil a la hora de instigar su emotividad.

Que así sean las cosas no evita que esa carencia –en la causa y en el efecto– pase su correspondiente factura de empobrecimiento social; empobrecimiento de una sociedad que ni siente ni se compromete, sino que desenvuelve su vida vegetativa en una serie de formalismos –las elecciones entre ellos– que le ayudan a convencerse de que realmente vive. Un vivir, sin tullir ni bullir.

¿Dónde están hoy aquellos líderes empresariales? ¿Dónde está un Henry Ford, o un Gotlieb Daimler y un Karl Benz, o, retrocediendo un siglo más, un Amschel Mayer Rothschild…? ¿Dónde están los políticos como Harold Macmillan, Konrad Adenauer, Alcide De Gasperi, Robert Schuman y Jean Monnet, cuya obra se ve hoy vituperada por quienes desprecian las normas anteponiendo a éstas sus caprichos y sus intereses?

La mediocridad de hoy es la de las ideas. Las ideas enraizadas no son objeto de renuncia ni, en su esencia, pueden ser objeto de transacción. Hoy vivimos el triunfo del principio por algunos atribuido a Groucho Marx: "Estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros". ¿Puede un empresario dejar de mirar al mercado para cultivar la amistad con un ministro? Los llamados jóvenes empresarios, ¿pueden condicionar su actividad a la obtención de ayudas públicas?

¿Puede un pretendido líder político, ante el fracaso electoral, proclamar que en los próximos comicios cambiará de discurso? ¿A cuál tienen que creer los electores? ¿Podemos llamar líderes del Brexit a quienes desaparecen de la faz de la Tierra ante el panorama que han dejado en el Reino Unido? ¿Qué líderes son los que, a la hora de llevar a término el programa anunciado, tras recibir la aprobación mayoritaria de los británicos, deciden dejar todo a lo que resulte de la voluntad de quienes no creían en ello? Aunque peligrosa, ¿era todo una farsa?

Nuestra esperanza es que la historia juzgue, con la severidad acorde con la ofensa, a estos falsos líderes que ultrajaron a la sociedad sin respeto ni consideración.

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