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José T. Raga

Problemas y políticos

¿Cabe mejor imagen de bienestar que trabajar dos y vivir siete?

¿Quién dijo miedo? No hay situación lo suficientemente problemática como para que el político no encuentre lo que él considera una solución. Es cierto que los humanos llanos lo pensamos más, dudamos entre alternativas, calculamos decisiones, y con frecuencia nos equivocamos. Los políticos no; por complejo que sea el problema, siempre habrá una genialidad que hará olvidarlo, dándolo por resuelto.

La cosa tiene su método. Ante cualquier problema, no importa su gravedad, adóptese como medida aquella que pueda crear otro problema mucho mayor. La gravedad de este último atraerá la atención de la ciudadanía y, ante la nueva situación, se olvidará la zozobra anterior, con lo que la angustia del momento anula, sin haberla resuelto, la penalidad previa.

Miren ustedes el ingenio del presidente bolivariano, amigo y protegido ideológico del señor Iglesias, el Sr. Maduro, para resolver el desastre de planificación del mercado energético en Venezuela. La solución inmediata parece natural, las restricciones en el suministro. ¿Que es incómodo no disponer de alumbrado, que lo que tenemos en el congelador se estropea? No importa demasiado, porque tampoco hay nada que depositar en los congeladores venezolanos. ¿Que aun así la gente sigue sintiéndose molesta? Pues que se alivien trabajando menos, con la excusa de consumir menos energía; al fin, a nadie amarga un dulce.

Desde esta filosofía lúdico-política, el Estado toma la delantera para dar testimonio de la bondad de la medida, que hará la felicidad de los contribuyentes. La fórmula, muy sencilla: que los funcionarios sólo trabajen dos días a la semana y, se supone, que sigan cobrando los cinco, más los dos de regalo de sábado y domingo. ¿Cabe mejor imagen de bienestar que trabajar dos y vivir siete? El nuevo problema es si se descubre que sobra el 60% de los funcionarios –basta con dos de cada cinco.

Así, gracias a la sagacidad política, los problemas que algunas veces inventan los ciudadanos, sobre todo los de la perversa oposición, quedan resueltos. Con ello se ha resuelto la falta de alimentos, de papel higiénico, de medicamentos, de seguridad, de libertad…, que siempre provocaba convulsiones sociales, dirigidas a debilitar al régimen y a acabar con el presidente.

Éste, por el contrario, atento siempre a las necesidades de la nación y de sus gentes, ha localizado la razón de ser del llamado problema energético: los enemigos de la república bolivariana han impedido con sus artimañas que llueva en Venezuela, dejando los embalses vacíos. De ahí la necesidad de restricciones.

¿Es posible que un país productor de petróleo confíe su suministro eléctrico casi exclusivamente en la hidroeléctrica? ¿Para qué se inventaron las termoeléctricas? Pero ese es otro capítulo que no toca hoy.

Ya saben ustedes, si tienen problemas, por ejemplo, que han hecho unas elecciones legislativas y no han conseguido Gobierno, pregunten al presidente de las Cortes y les descubrirá ventajas democráticas que el fracaso convierte en éxito.

¿No es fascinante?

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