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José Vilas Nogueira

Atentados electorales y atentados políticos

Todo el mundo culpa a la ETA, pero a diferencia de lo que suele ocurrir con otros atentados, parece que no se ha encontrado ningún indicio que pueda conducir a averiguar su identidad. Se habla, incluso, de un sicario profesional

Marzo de 2004. Vísperas de elecciones generales. El día 11 se produce un terrible atentado (192 muertos). Los socialistas y sus aliados culpabilizan al Gobierno del Partido Popular, por haber secundado a los Estados Unidos en la invasión de Irak. Medios de comunicación afines difunden la noticia de la presencia de islamistas suicidas en los trenes objeto de la explosión. Se convocan manifestaciones contra el Gobierno. Por primera vez, la jornada de reflexión es violada con manifestaciones y asaltos a sedes del PP. El día 14, contra todas las previsiones, el PSOE gana las elecciones.

La investigación policial comporta una insuperable sucesión de disparates. Se destruyen pruebas (empezando por los mismos trenes), se quebranta la cadena de custodia de otras y algunas aparecen y desaparecen, como en juego de prestidigitación. No se encuentra rastro de islamistas suicidas, pero sí parece que los responsables son unos moros vivalavirgen aconchabados con confidentes policiales, ocupados en el noble negocio del tráfico de explosivos. La instrucción judicial no mejora la investigación policial.

Abandonados los islamistas suicidas, los mismos medios se concentran ahora en atacar a algunos periodistas que, al servicio de la derecha, difunden "teorías de la conspiración". La acusación es, por si misma, formidable. ¿Cómo se pueden hacer explotar sincronizadamente cinco trenes sin previa concitación y planificación? Pues, sí se puede, sentenció el tribunal competente, presidido por un "juez estrella". Como el tiempo apremiaba y la instrucción era una ruina, no se podían determinar los "autores intelectuales", pero había unos moros que pasaban por allí, unos confidentes que andaban por aquí...

Marzo de 2008. Vísperas de elecciones generales. El día 7 un afiliado socialista, ex concejal de Mondragón (Guipúzcoa), es asesinado por un pistolero. Todo el mundo culpa a la ETA, pero a diferencia de lo que suele ocurrir con otros atentados, parece que no se ha encontrado ningún indicio que pueda conducir a averiguar su identidad. Se habla, incluso, de un sicario profesional (lo que sería novedad extraordinaria).

En contra de la habitual parsimonia del Gobierno y de la plana mayor del PSOE, esta vez se vuelcan en homenajes a la familia del muerto. Marcando el territorio y la identidad partidista, dirigentes del PSOE vasco impiden a Rajoy y otros "populares" acceder a la capilla ardiente. El 9 de marzo, confirmando las previsiones, el PSOE gana las elecciones. Pero, curiosamente, la provincia en que el voto socialista sube más, en términos relativos, es Guipúzcoa, seguida por las otras dos provincias vascas.

Naturalmente, antes de estos atentados ha habido otros muchos. Incluso después ya ha habido uno, el viernes pasado en Calahorra, éste sin muertos (la ETA avisó de la colocación de la bomba). No es mi propósito, ni cabría en este espacio, hacer una taxonomía de los atentados. Sólo he querido mostrar, mediante la evocación de su llamativa reiteración en la víspera de las dos últimas consultas electorales, la diferencia entre el atentado "electoral" (entendiendo por tal el que persigue influir en los resultados electorales, a favor de una de las opciones concurrentes) y el atentado "político" (entendiendo por tal el que persigue influir en las políticas del Gobierno establecido). Me parece una distinción suficientemente importante para ser tenida en cuenta.

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