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José Vilas Nogueira

Bozal temporal a los radicales

El populismo de Anxo Quintana es más eficaz que el del anciano del PP. Siempre sonriente, nunca adusto, cultiva a los niños de sus escuelas (las galegoescolas), y danza como una peonza con las viejas del rural.

Se inició la precampaña para las elecciones autonómicas gallegas. En campaña electoral los políticos suelen ser muy amables con toda la ciudadanía. Me siento tan querido por todos ellos, que es una pena que se acabe tan pronto, y de nuevo su sectarismo, sus abusos, su despotismo democrático, en fin, pongan tan rápido término a este cálido idilio.

A este propósito, recuerdo un comentario de un paisano que me hizo notar la conveniencia de que se celebrasen elecciones con mayor frecuencia. Pensé inicialmente que era un comentario irónico, pero pronto me di cuenta de que el hombre hablaba completamente en serio. Movido por un pragmatismo aldeano, observaba que con ocasión de las elecciones se inauguraban fuentes, caminos, carreteras y otras obras públicas, de donde razonaba, con lógica elemental, que cuantas más elecciones hubiese, de mayores y mejores obras públicas disfrutaríamos. Comparto la conclusión, aunque no las motivaciones. Carente de grandes necesidades materiales, ni públicas, ni privadas, mi gusto por las elecciones obedece más bien a carencias emocionales; quiero sentirme querido, aunque sea brevemente, por nuestros ilustres políticos, tan guapos y simpáticos ellos.

Volviendo a la cuestión inicial, los más madrugadores han sido los nacionalistas del Bloque (BNG). Ayer mismo presentaron sus candidaturas y su programa electoral. Su máximo líder, Anxo Quintana, sedicente candidato a la presidencia de la Xunta, hizo los honores "dirigiéndose a todos los ciudadanos gallegos, a los que son nacionalistas y a los que no lo son, a los que hablan gallego y a los que hablan castellano; cuenta con todos nosotros para pedirnos su apoyo". ¿Qué nos dará a cambio, a los no nacionalistas y a los castellanohablantes? No se sabe todavía, y no vayamos a estropearle la fiesta con ruines exigencias. De momento, y ya es magnanimidad, está dispuesto a aceptar nuestro heterodoxo voto.

Este Quintana ha heredado las mañas populistas de Fraga Iribarne. No juega al dominó por tabernas y cafetines de pueblo ni caza bichos más o menos exóticos, salvo el pulpo á feira, sabroso y saludable deporte nacional. Pero su populismo es más eficaz que el del anciano del PP. Siempre sonriente, nunca adusto, cultiva a los niños de sus escuelas (las galegoescolas), y danza como una peonza con las viejas del rural. Ligero de ideología, su pragmatisno le ha convertido en aglutinador y referente de la corriente hegemónica del BNG (tradicionalmente dividido en parcialidades muy ideologizadas). Sin embargo, por decisiva que sea su personalidad política, su papel sólo es posible gracias a un modus vivendi con la UPG (Unión do Povo Galego), especie de vieja guardia radical, incapaz, anclada en el mundo de las sombras, de dirigir abiertamente la organización del BNG, pero cuyo concurso resulta decisivo para su vertebración.

A esta sombría obediencia responden también otras organizaciones nacionalistas inter o suprapartidarias, tal la tristemente famosa Mesa por la Normalización Lingüística. Quintana les ha puesto ayer un bozal, con su apelación a los que hablamos castellano, pero sería un error pensar que no tenía su previo consentimiento. Un buen resultado electoral bien vale cincuenta días de penitencia.

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