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José Vilas Nogueira

Congreso de los "zapateros" gallegos

En el colmo de la pretensión totalitaria pidió que Álvarez Cascos devuelva la medalla de oro de Galicia. Está claro, la Galicia presente es propiedad exclusiva de ellos, los social-nacionalistas y los nacionalsocialistas. Ojalá se les indigeste.

A lo mejor soy demasiado optimista, pero me parece que la peor desgracia –en mucho tiempo– que ha acontecido a los socialistas españoles fue la elección de Rodríguez Zapatero para liderarlos. Pero el mal, por desgracia, no ha quedado reducido a las filas de esta secta. Muchos españoles se rindieron a su criminal manipulación de los terribles atentados del once de marzo y en un sistema democrático degradado, césaro-populista, como el nuestro, lo elevaron al poder, es de temer por muchos años, dado como se comporta Rajoy.

Resulta que el tirano había prometido presidir el congreso que sus secuaces gallegos habían convocado para este fin de semana. Naturalmente, no había nada que discutir pues la inepcia de Zapatero desciende, cual lluvia dorada, sobre todos los integrantes de la secta. Pero el designio de adelantar las elecciones autonómicas imponía el sedicente congreso, para movilizar a los electores devotos de las cadenas. Sin embargo, el presidente de la Junta, Pérez Touriño se opuso finalmente (por razones que ignoro) al adelanto, lo que se ha revelado un gran acierto, pues, su jefe, el gran demagogo, no pudo venir por problemas de agenda: su esposa tenía que cantar en el coro de Diálogos de Carmelitas. Y del caño al coro y del coro al caño, familia que canta y mea (sobre todos nosotros) unida, jamás será vencida.

Le sustituyó en las tareas canora y mingitoria José Blanco, prodigio de sindéresis, espejo de validos, envidia de los más discretos estadistas, a cuyo lado el venezolano Hugo Chávez es un moderado pusilánime. Hete aquí, según un periódico amigo (en Galicia, todos los medios son amigos del poder, pero éste es que se derrite), algunas de las perlas emitidas por esa boquita que se ha de comer la tierra: justificó la ausencia de su jefe. Ausencia, cuyos motivos no especificó, que, naturalmente, es un mérito más de Zapatero. El gran demagogo no es como Aznar y Rajoy que venían a disfrutar de gaita y empanada (¡jobá, qué hedonistas y disolutos!).

Siguió achacando a los populares un retraso de ocho años en las infraestructuras gallegas. En cambio, Zapatero está comprometido con su desarrollo (tan comprometido que estos días han publicado los medios que en el pasado ejercicio sólo se ejecutó el 20% del crédito para las obras del AVE). Pidió a Rajoy que refrende los próximos presupuestos para hacer frente a la crisis (en plata, para que Zapatero siga en el poder, pues nadie sabe cuál será la receta sobre la financiación autonómica que, aparte de su importancia cuantitativa, condicionará toda la política de alianzas parlamentarias). Y siguió diciendo mentiras y sandeces, de las que les hago gracia.

El presidente de la Junta tomó el relevo. Ante tan ardiente alocución perdió su ya menguado recato (maricón el último). Pidió al líder regional del PP que deje de atacar a "nuestra" (de Touriño, ciertamente, muy poco) lengua. Válgame Dios, si por Núñez Feijóo fuese no se podría decir una palabra en español en Galicia. Le pidió asimismo que dejase de "boicotear" la reforma del Estatuto. Estos nazis llaman boicot a que un partido con 37 diputados no dé un cheque en blanco a los 38 restantes (nacionalistas y socialistas) para que puedan hacer el Estatuto que les dé la gana. Y en el colmo de la pretensión totalitaria pidió que Álvarez Cascos devuelva la medalla de oro de Galicia. Está claro, la Galicia presente es propiedad exclusiva de ellos, los social-nacionalistas y los nacionalsocialistas. Ojalá se les indigeste.

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