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José Vilas Nogueira

Crisis, duelos y triunfos

Si desde hace algunos años, y en particular con el Gobierno Zapatero, la Constitución no se aplica, ¿cómo se va a reformar? Y, ¿quién garantiza que la eventual “reforma” va a tener mejor fortuna?

Este agosto, dicen, ha sido (y sigue siendo) extremadamente caluroso. “Dicen”, porque lo que es aquí, en Galicia, el clima agosteño apenas ha llegado a un mal otoño. Menos Zapatero, que la niega a cualquier precio, la gente anda acuciada por la crisis. Para seguir haciéndolo cómodamente ha comprometido una porrada de millones con el fin de incrementar la financiación de la Generalidad catalana. Dispara el presidente con pólvora del rey, esto es, con el dinero de los contribuyentes españoles, sean de una región u otra. Cualquier cosa antes que abandonar por un día el placentero refugio estival de Doñana. Ya se encargará Solbes de dormirnos a todos con su apenas audible nana de mentiras “técnicas”.
       
Pero el hombre propone y Dios dispone. Un terrible accidente aéreo se ha cobrado ciento y mitad de víctimas. En el mundo de la naturaleza, los cadáveres atraen a los buitres; en la demagogia contemporánea, a los políticos. Con contadas excepciones, han interiorizado estos ritos como “daños colaterales” de su pingüe oficio. Están tan deshumanizados que confunden la expresión de compasión con la de enfado: “mecachis, ni en las vacaciones dejan a uno tranquilo”, transmite su expresión. Claro que, los medios compensan sobradamente tan agrio tratamiento. Un mar de necrofilia desborda televisiones y periódicos. Están enfadadísimos porque el Comité Olímpico Internacional no nos ha dejado poner la bandera a media asta. Quizá piensen los del COI que tan grande como es el mundo y tan revuelto como anda, había riesgo de convertir los Juegos Olímpicos en un funeral.

Porque esta de los Juegos ha sido la otra inundación mediática, monopolizada y administrada por la Televisión Española, donde el talento y la libertad son inversamente proporcionales a los medios técnicos. El Gobierno chino quiso mostrarnos su capacidad organizando los mejores Juegos de la Historia. Naturalmente que lo ha logrado. La paradoja es que su performance es indicativa de que su despotismo no se limita al Tíbet. Siempre ha ocurrido así con estos Juegos: la espectacularidad y el éxito de la organización corren paralelos al grado de despotismo del Gobierno organizador. Pese a ello, hay todavía ciudadanos de los (escasos) países democráticos que los admiran por ello. Sufren el síndrome del hidalgo portugués: se asombran de que en Francia hasta los niños sepan hablar francés. En cuanto a los resultados de los deportistas españoles, creo yo que son normales, e incluso mejor que normales dada la importancia global de nuestro país.

Como se aproxima el treinta aniversario de la Constitución, un importante diario está pasando revisión a la política de estos años. No seré yo quien objete tan saludable propósito, aunque quizá evidencie que lo que creímos oro fue sólo oropel. Con todo, sí me irrita el planteamiento de la hipótesis de la reforma del texto constitucional. No porque me merezca devoción sacra, sino porque confunde causas y efectos, tempos y acordes. Si desde hace algunos años, y en particular con el Gobierno Zapatero, la Constitución no se aplica, ¿cómo se va a reformar? Y, ¿quién garantiza que la eventual “reforma” va a tener mejor fortuna?

Será por el clima, pero en Galicia no veo al personal, ni siquiera a nuestros próceres más eminentes, muy preocupado por estas graves cuestiones. Verbi gratia, José Blanco, vicesecretario general del PSOE, y otros sacrificados compañeros, andan afanados los pobres en construirse hermosas viviendas de veraneo a veinte metros de la línea de playa (para que luego se diga que no hacen nada contra la crisis de la construcción). Los vecinos sostienen que la obra es ilegal, pero ¿qué sabrán de leyes los vecinos?

En España

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