Este agosto, dicen, ha sido (y sigue siendo) extremadamente caluroso. “Dicen”, porque lo que es aquí, en Galicia, el clima agosteño apenas ha llegado a un mal otoño. Menos Zapatero, que la niega a cualquier precio, la gente anda acuciada por la crisis. Para seguir haciéndolo cómodamente ha comprometido una porrada de millones con el fin de incrementar la financiación de
Pero el hombre propone y Dios dispone. Un terrible accidente aéreo se ha cobrado ciento y mitad de víctimas. En el mundo de la naturaleza, los cadáveres atraen a los buitres; en la demagogia contemporánea, a los políticos. Con contadas excepciones, han interiorizado estos ritos como “daños colaterales” de su pingüe oficio. Están tan deshumanizados que confunden la expresión de compasión con la de enfado: “mecachis, ni en las vacaciones dejan a uno tranquilo”, transmite su expresión. Claro que, los medios compensan sobradamente tan agrio tratamiento. Un mar de necrofilia desborda televisiones y periódicos. Están enfadadísimos porque el Comité Olímpico Internacional no nos ha dejado poner la bandera a media asta. Quizá piensen los del COI que tan grande como es el mundo y tan revuelto como anda, había riesgo de convertir los Juegos Olímpicos en un funeral.
Porque esta de los Juegos ha sido la otra inundación mediática, monopolizada y administrada por
Como se aproxima el treinta aniversario de
Será por el clima, pero en Galicia no veo al personal, ni siquiera a nuestros próceres más eminentes, muy preocupado por estas graves cuestiones. Verbi gratia, José Blanco, vicesecretario general del PSOE, y otros sacrificados compañeros, andan afanados los pobres en construirse hermosas viviendas de veraneo a veinte metros de la línea de playa (para que luego se diga que no hacen nada contra la crisis de la construcción). Los vecinos sostienen que la obra es ilegal, pero ¿qué sabrán de leyes los vecinos?