Menú
José Vilas Nogueira

El debate de las Autonomías

Los nacionalistas vascos, que no hablan de federalismo, quieren también una relación bilateral entre País Vasco y España. Los nacionalistas gallegos no sé si quieren relación bilateral, pero aseguran que Galicia no es España

Pasaron los días de difuntos y de los santos; con su melancólico ritual. El veranillo de San Martín ha acudido puntual a la cita. Pero, salvo las climatológicas, no muchas alegrías puede aportarnos este año. El Gobierno ha mantenido la tradición teatral de estos días. Zapatero hace un don Juan muy aparente, pero doña Inés tiene bigotes. La novicia ha salido bicéfala y bi-bigotuda, que tanto monta, monta tanto Carod como Maragall. Esta Inés bi-bigotuda trae al joven galán por la calle de la amargura, aquí caído, más allá no levantado. Pero no lo sientan. Y no es que yo quiera incitarles a la dureza de corazón. Al galán le va esta marcha; disfruta más que todos nosotros.
 
La obra, como todas las clásicas, tiene varias versiones. La que se está representando estos días es el "debate sobre el estado del Estado (es así, no hay redundancia ni pleonasmo) de las autonomías". Es ésta función muy apreciada por el público y, además, hace siete años que no se reponía. Lástima que no pueda aspirar al premio nacional de teatro, pues la dixi Carmen Calvo ya se lo concedió a Animalario. Se representa en el Senado, teatro de clásicos prestigios. Según indica su nombre, el Senado era teatro de ancianos. Así aconteció en tiempo de los romanos, que inventaron la institución (nota bene para la pixi Manuela de Madre; bastante antes del siglo XIX). Ocasionalmente hubo algún senador joven, tal “Incitatus” el caballo del emperador Calígula, aunque creo que más bien fue cónsul que senador. Probablemente, el extravío de este déspota interrumpió la evolución natural de la cosa que, sin duda, habría abocado al IMSERSO. Con este nuevo invento, comenzaron a escasear los ancianos para el Senado y hubimos de recurrir a barbilampiños penenes de Universidad, que si no adquirían allí muchos saberes, si afanaban algunas influencias, granjería de valor inestimable para culminar exitosas carreras académicas. Los animalarios, en cambio, sólo contienen animales, como ilustra muy bien la compañía tan justamente premiada.
 
Uno de los atractivos de la función que ahora se repone es el gran número de personajes que integran el reparto. Se comprende, así, que sólo el Estado pueda abordar una producción tan costosa. No habría compañía privada con recursos suficientes. Pues aunque los nacionalistas disgregadores censuran la terrible opresión que ejerce “Madrid” sobre naciones, nacionalidades, regiones y demás hierbas constituidas en Comunidad Autónoma, el número de personajes de la función es tan numeroso como variopinto. El primer y más largo parlamento (en el sentido teatral del término) de este auto sacramental (con perdón) corresponde al Presidente del Gobierno. El segundo debería corresponder al Presidente de la Comunidad Vasca, pero éste no ha querido venir. Está muy dolido con el personaje principal, que no ha sido lo debidamente "generoso". Pelillos a la mar, pues al Presidente del Gobierno sólo le duelen los comportamientos de la derecha, en sus múltiples y maléficas encarnaciones (PP, AVT, COPE y muchos etcéteras). Las bofetadas de los nacionalistas autonómicos no le molestan. Ahí (en el rostro de España) se las den todas.
 
Aunque Ibarreche no actúa, quedan otros dieciséis. A última hora, uno menos. Tampoco actuará Rodríguez Ibarra. En este caso, no ha sido despecho, sino una súbita y grave enfermedad. De todos modos, quince Presidentes autonómicos no es mala cantidad. Más dos Presidentes de ciudades autónomas. También tienen papel el Presidente del Senado, y el Presidente de la Comisión de Comunidades Autónomas del Senado. Como nuestro lenguaje político institucional es bastante pobre, somos el país con más "presidentes del mundo". Pero podemos mejorar todavía nuestra perfomance: un presidente de república o, mejor, varios presidentes de varias repúblicas. Finalmente actúan los portavoces de los siete grupos parlamentarios del Senado. En total, veintisiete personajes, con diversos parlamentos cada uno.
 
Un mérito adicional de la función es que es plurilingüe. La ausencia de Ibarreche la empobrecerá un poco en este aspecto. La perfección es difícil, pero tendremos catalán y gallego. Aunque en los parlamentos de estas Comunidades no se puede hablar español, en el de la odiosa e imperialista España sí se pueden usar catalán y gallego. Así lo hicieron el segundo y el tercer actor (por orden de aparición). Por cierto, el incontinente y maleducado Maragall manifestó que se sentiría feliz si el Congreso de Diputados fuese desplazado a Toledo y el Senado a Zaragoza. Resulta que ningún español no catalán puede inmiscuirse en la gobernación de Cataluña, pero el Presidente de su Generalidad se entremete cuánto y cómo quiere en la gobernación de España. Otra vez, la ley del embudo. La impertinencia es mayor todavía porque en Cataluña todas las instituciones autonómicas están concentradas en Barcelona.
 
Aparte del lucimiento de estos malos cómicos, ¿tiene alguna utilidad este presunto debate? Claramente, ninguna. Lo único razonable sería federalizar o territorializar el Senado, preferentemente según el modelo alemán, de modo que estuviese integrado por representantes de los ejecutivos regionales. Pero aquellos, como el propio Maragall, que más hablan de federalismo, tienen otras aspiraciones: la relación bilateral entre Cataluña y “España”. Los nacionalistas vascos, que no hablan de federalismo, quieren también una relación bilateral entre País Vasco y España. Los nacionalistas gallegos no sé si quieren relación bilateral, pero aseguran que Galicia no es España.
 
Por tanto, la pregunta previa es ¿qué es España? Nadie la atiende, fingiendo dar por supuesto que es una pregunta retórica que sólo intenta deslegitimar a los nacionalismos disgregadores. Pero, no es así. Es una pregunta pertinente. Porque hay muchas respuestas posibles: España es una nación compuesta por nacionalidades y regiones que se extiende a todo el ámbito de competencia territorial del Estado español (más o menos, Constitución de 1978). España es todo eso, menos Cataluña. España es todo eso, incluida Cataluña, menos el País Vasco. España es todo eso, incluidas Cataluña y el País Vasco, menos Galicia. Pero hay muchas otras posibilidades. Para no cansarles me limito a una muy restrictiva, España sería todo el “Estado” menos Cataluña, menos la Franja oriental de Aragón, menos los “Países Catalanes” (Comunidad Valenciana y Baleares), menos el País Vasco, menos Navarra, menos algunos territorios de Santander, norte de Burgos y La Rioja, menos Galicia, menos la franja occidental de Asturias, menos El Bierzo, menos algunas comarcas occidentales de Zamora, menos las Islas Canarias, menos Ceuta, menos Melilla. Se podría depurar más: menos Asturias, menos Aragón, menos Andalucía, menos...
 
Al cabo, España es todo o no es nada, porque no es algo ajeno a sus componentes. Esta es la realidad. Lo otro es teatro, mal teatro.

En España

    0
    comentarios