Menú
José Vilas Nogueira

Galicia, no es país para viejos

Me recordó a una película sobre las repatriaciones de ciudadanos rusos a la URSS a finales de los años veinte. Los embarcaban en hermosos trasatlánticos y les prometían una vida "normal". Pero nada más desembarcar eran enviados a campos de concentración.

Pocas veces en nuestras campañas electorales se ha manifestado tan zafiamente la instrumentación de las personas. Resulta que Anxo Quintana (que de Ángel sólo el nombre tiene) –teóricamente vicepresidente de la Junta de Galicia, pero en realidad "presidente" de la hemi-Junta que le regaló el presidente Pérez Touriño, a cambio de su apoyo para llegar al Gobierno regional– se ha montado con los dineros de todos los contribuyentes una red clientelar en beneficio exclusivo de los nacionalistas. Mientras, Touriño sigue "gobernando" su residencia y sus automóviles oficiales, que ya deben ser envidia hasta de Mugabe.

Entre los beneficiarios del maná de la vicepresidencia hay una organización para promover el esparcimiento de los jubilados, jubiladas y demás viejos sin graduación, que representan, en Galicia más que en ningún otro lado, una parte muy importante de la población, y por consiguiente del electorado. La benéfica organización nacionalista montó para los ancianos una excursión de un día a Portugal por el módico precio de 15 euros, que cubría no sólo los gastos de autobús sino también las comidas. Una ganga, que acredita por sí sola las ventajas del marxismo-leninismo, doctrina oficial del Bloque Nacionalista Galego, aunque desde que pisan moqueta la proclamen con sordina, no vaya a ser que la futura sociedad comunista les estropee la presente realidad, tan satisfactoria merced a la criminal complicidad socialista.

Y en la excursión se embarcaron unos 700 jubilosos jubilados, de los más diferentes puntos de Galicia, que mortificarían recíprocamente sus oídos con la rianxeira, canción muy adecuada para estos alegres viajecillos. Pero, más o menos, a mitad del trayecto, los autobuses hicieron una parada imprevista en Oya, un pueblo pontevedrés cercano a la frontera con Portugal. Pensaron los viajeros que se les ofrecía una oportunidad de estirar las piernas o aliviar las vejigas. Pero no: debían entrar en un restaurante de carretera. ¿Un refrigerio más de tan munificente organización? No; claro que no. Un mitin de Quintana, este héroe que conjuga en su acrisolada personalidad los rasgos de Breogán, el "colonizador" de Irlanda, de Espartaco, el caudillo de los esclavos rebelados, del más bravo capitán irmandiño, pero también de Pedro Madruga, uno de los nobles objeto de la rebelión, en fin, de todos los santos y héroes que Galicia ha dado a este pobre mundo, que sería mucho más pobre mierda sin nuestras aportaciones.

En un país con sentido de la dignidad y de la libertad personales, Quintana no habría sobrevivido a la lluvia de bastonazos de los burlados viejos. Pero por aquí predomina la resignación: "mexan por un, e aínda hai que decir que chove". Pese a todo, algunos viajeros protestaron y se quedaron fuera. En El Mundo de hoy, Gistau publica un hermoso artículo literario sobre este episodio. Yo, carente de estos talentos, sólo diré que me recordó una película sobre las repatriaciones de ciudadanos rusos a la URSS a finales de los años veinte. Los embarcaban en hermosos trasatlánticos y les prometían una vida "normal". Pero, nada más desembarcar, eran enviados a campos de concentración, separando padres e hijos, maridos y mujeres. Puro marxismo-leninismo como el que Quintana intentó aplicar a "sus" jubilados.

En España

    0
    comentarios