Menú
José Vilas Nogueira

Las dos Españas, el deporte y otras perplejidades

Y hay otra España cuya identidad reside paradójicamente en ser anti-España, enfrentada a la primera, pero, además, en trance de permanente disgregación, pues su modo de ser es negar lo que es.

Por los años veinte, don Antonio Machado, escribió una letrilla –proverbio o cantar en el decir de su autor–, destinada a tener insospechado éxito posterior: "Ya hay un español que quiere / vivir y a vivir empieza / entre una España que muere / y otra España que bosteza / Españolito que vienes / al mundo te guarde Dios / una de las dos Españas / ha de helarte el corazón."

No sé si Machado, que era profesor de francés, conocía, siquiera de oídas, el libro publicado en 1905 por Paul Seippel, Les deux Frances et leurs origines historiques, un ensayo de historia política y social. Las dos Francias aludidas son la "negra" (la de la Corona y la Iglesia) y la "roja" (la de la Revolución y su descendencia). En cualquier caso, las dos Españas de Machado apuntan, en cambio, a una contraposición más sociológica, entre una España que muere de vieja y otra que "no vive" de pereza. El drama del francesito que nace a comienzos del siglo XX sería enfrentarse a una patria dividida; el del españolito enfrentarse a una patria muerta. En rigor, en el poema no hay dos Españas, sino dos formas de morir España. Es la muerte de España, y no una de esas dos Españas especulares, la que helará el corazón del españolito (siempre la muerte ha sido heladora).

La posterior tragedia de la guerra civil explica el éxito y la popularidad del poemilla machadiano, aunque en rigor desmiente su presupuesto. La España muerta, de vejez o de pereza, no lo estaba tanto que no fuese capaz de matar a muchos de sus hijos en cruenta guerra. Las dos Españas cobran, así, una nueva significación, más próxima a la que Seippel habría atribuido a las dos Francias. El españolito ya no se encuentra "entre" una España que muere y otra que bosteza, sino "en" una España que mata (o es matada) por una España contraria.

Pero las dos Españas enfrentadas no son igualmente España. A diferencia de Francia, donde la Revolución, Napoleón y las sucesivas repúblicas nacionalizaron las nuevas ideas y los nuevos símbolos con la savia del pasado nacional (y siguen haciéndolo: ¿qué francés, por muy de derechas que sea, objeta La Marsellesa, en su origen una canción revolucionaria?), en España la izquierda (en especial la socialista) hizo tabula rasa del hecho y el pasado nacional. De nuevo, las dos Españas ofrecen una contextura muy diferente de las dos Francias. Hay una España que afirma el hecho y la continuidad nacional (como la Francia "negra", pero también como la Francia "roja"). Y hay otra España cuya identidad reside paradójicamente en ser anti-España, enfrentada a la primera, pero, además, en trance de permanente disgregación, pues su modo de ser es negar lo que es.

No es, pues, raro que el himno nacional de España carezca de significación originaria específica. Nació como una música militar, la Marcha granadera. Y es uno de los raros himnos de su especie que no tienen letra. Ha habido un par de intentos de dotarlo de ella, pero ninguno cuajó. Ahora se quiere acometer otro, en circunstancias y por motivos tan singulares que me dejan perplejo. En primer lugar, la "autoridad" que se ha arrogado la iniciativa es el presidente del Comité Olímpico Español, que, como sus similares, es una entidad de derecho privado, aunque aliente en ese ambiente, de hecho semipúblico, de las entidades reguladoras del deporte de competición. Y parece que el pundonoroso caballero ha tomado la decisión, sin encomienda a Dios ni al diablo, pues se ha dirigido ya a la Sociedad General de Autores en busca de letrista. El motivo que le impulsa no es menos singular: en las competiciones internacionales, nuestros deportistas se sienten fatal, pues todos sus rivales entonan su himno nacional respectivo, mientras ellos, incluso los más patriotas y canoros, han de permanecer callados o limitarse al tarareo.

Pero, claro, esta parcial motivación condiciona la letra encargada. El presidente del COE quiere un texto totalmente apolítico. No conozco un solo himno nacional que satisfaga tan contradictorio requisito. Lo peor es que, puestas así las cosas, este himno "nacional" sólo va a servir para los deportistas y sus seguidores. ¿Qué habremos de hacer los demás? ¿Encargar otras letras adecuadas a nuestras circunstancias? ¿Tendremos un himno nacional con diversas letras, utilizables alternativamente según las características de los colectivos cantores? Me temo que no nos den derecho a cantar.

En España

    0
    comentarios