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José Vilas Nogueira

Recuerdos de juventud

El nombre de la revista evoca una visión de catolicismo rural que nada tiene qué ver con el laicismo agresivo de nuestros progres, empeñados en liquidar a un tiempo la religión católica y España.

Por un extenso obituario de El Mundo me entero del fallecimiento, a la venerable edad de 102 años, de don Victoriano Cremer, referente, como se acostumbra a decir ahora, de mi primera juventud. Por aquel tiempo el poeta trabajaba principalmente en Radio León, con crónicas ciudadanas, sus "Luces de la Ciudad", y en algunos espacios de difusión y promoción literaria, que eran los que justificaban mi devoción, pues conforme al conocido tópico a esa edad todo español cree llevar consigo un poeta en agraz. Pero ahora, según la versión cainita y parcial que ha impuesto el llamado "progresismo", o estás conmigo o estás contra mi. Así, el autor del obituario enfatiza que la revista literaria Espadaña, fundada por el poeta, fue la primera en desafiar desde la poesía al régimen del General Franco. No diré que esta afirmación no responda a la verdad, pero no es toda la verdad.

Veamos por qué. En primer lugar, desde el punto de vista "revolucionario" llama la atención la ausencia de cualquier referencia a los mitos, tanto del terror jacobino, como del bolchevismo. Por el contrario el nombre de la revista evoca una visión de catolicismo rural (la Espadaña es un campanario, por veces exento, desde el que los fieles son convocados a la oración) que nada tiene qué ver con el laicismo agresivo de nuestros progres, empeñados en liquidar a un tiempo la religión católica y España. Pero siendo todo esto importante, no es lo único significativo. En el grupo promotor de la revista figuró, entre otros, don Antonio González de Lama, un sabio clérigo, cuyas crónicas misceláneas, en la misma emisora, significaron para los jóvenes que lo seguíamos una especie de bachillerato de refuerzo. No es, por tanto, de extrañar que en Espadaña no se encuentre ni rastro de realismo socialista, ni menos de la miseria literaria del llamado arte comprometido, que ha permitido a tanto poetastra darse ínfulas de poeta. Nada de parecido estilo se encuentra en los poemas del propio Cremer, de lenguaje siempre pulcro y de materia siempre noble.

Ciertamente, el obituario se centra en etapas muy posteriores a mis recuerdos. Por él nos enteramos, por ejemplo, de que el poeta es amigo del padre de Zapatero. No sé qué puede aportarle la amistad con este buen señor salvo alguna influencia, nunca desdeñable en un país donde el enchufismo sigue siendo la práctica habitual. Y cualquiera que sean las creencias íntimas del poeta Cremer, no creo que quiera morir sin padrinos, ni que su exquisito gusto se satisfaga con esos bastardos simulacros oficiados por Zerolo. Más de su voluntad, me imagino, ser bautizado en modesta pila, convocados por la espadaña sus amigos y fieles.

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