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Joseph Stove

Wikileaks, no es lo que parece

Es imposible conocer el criterio empleado por Julian Assange, y su gente, para definir "herido", "desaparecido", "torturado", etc., por lo que también es difícil conocer "de qué van" las cifras ofrecidas, como diría el castizo.

La última entrega de Wikileaks puede ser enjuiciada desde muchos puntos de vista, los más importantes tienen que ver con los fallos en la seguridad de las comunicaciones clasificadas en las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos y la distracción a que hechos como estos someten a las administraciones de las potencias occidentales.

No parece probable que las aportaciones de la organización Wikileaks sirvan para reescribir la guerra de Irak. Las informaciones se centran en dar cifras de bajas y denunciar incidentes de asesinatos, secuestros, torturas y otras aberraciones, sin constituir un contexto o marco de referencia que sirva para valorar los hechos. Las informaciones también versan sobre otro hecho ya suficientemente publicado: el apoyo del régimen de los ayatolás a la denominada "insurgencia" iraquí.

Cuando se trata de la guerra de Irak, el análisis no puede efectuarse como si se tratase de un hecho uniforme; en realidad es una realidad mutante, tanto por la forma de hacer la guerra como por la configuración de los bandos y por los actores implicados. De una operación en la que predominan las formas convencionales de hacer la guerra para la ocupación y derrocamiento del régimen del partido (2004), a una "resistencia popular" al invasor, a guerra civil a tres bandas (2006), a la irrupción de Al Qaeda Irak (AQI) y las venganzas sectarias que aún continúan.

Las cifras de bajas en cualquier guerra larga, de las características de la desarrollada en Irak (2003-201?), donde se mezclan Fuerzas Armadas, regulares, grupos paramilitares, guerrilleros y bandas de "guerreros" extranjeros son muy difíciles de calcular. Ejemplos los tenemos en cualquier conflicto de los últimos cuarenta años, para no irnos a Alejandro de Macedonia. Ni de Argelia, ni de Vietnam, ni de Irán-Irak, ni de Biafra, ni la de la Guerra del Golfo, ni tan siquiera de un conflicto en el corazón de Europa, con censos fiables, como la antigua Yugoslavia, se dispone cifras exactas.

La última entrega de Wikileaks es de una precisión pasmosa: 109.032 muertos civiles. Ese dato por sí sólo, falto de la metodología empleada y del contexto, queda desprovisto de credibilidad. Es imposible conocer el criterio empleado por Julian Assange, y su gente, para definir "herido", "desaparecido", "torturado", etc., por lo que también es difícil conocer "de qué van", como diría el castizo. Las cifras de muertos civiles son políticamente sensibles y pueden emplearse como armas de propaganda por los denominados "insurgentes", a la vez que les permiten adaptar sus tácticas para provocarlas.

No obstante, el "fenómeno" Wikileaks trae al primer plano de la actualidad una plétora de aspectos sobre la naturaleza de los conflictos que se producen a principios del siglo XXI, que es conveniente poner de manifiesto y, entre ellos, los relacionados con la información y con lo que ha venido a denominarse lawfare, parodia del término anglosajón warfare (forma de hacer la guerra), que alude al empleo de las normas internacionales de protección de los derechos humanos como arma de guerra; bien por uno de los de los actores de un conflicto, normalmente uno no-estatal, como Hamás, o por un tercero con ánimo de notoriedad y publicidad, lucro, "tocar las narices". etc.

La naturaleza de las guerras de Irak y Afganistán es incompatible con las sociedades occidentales, con sus "sensibilidades", con su corrección política, con su relativismo y con tantos otros rasgos de conducta. Aunque la carta de las Naciones Unidas situó, teóricamente, la guerra al desván de la Historia, la visión occidental del conflicto armado sigue siendo eminentemente jurídica. La irrupción de actores no estatales en el contexto estratégico mundial junto con la explotación masiva de los medios de comunicación ha fundido, coloquialmente, los cables a esas sociedades.

A los Estados Unidos se le puede culpar de no haber previsto el "día siguiente" al derrocamiento de Hussein, de no tener "visión" para preparar a sus Fuerzas Armadas para lo que se venía encima, de no concienciar al pueblo americano para los sacrificios por venir. Pero no de las crueldades inherentes a un conflicto fratricida, religioso e interétnico, que están ahí desde el comienzo de los siglos y que es imposible confinarlas en la botella del posmodernismo.

Wikileaks es un rasgo del conflicto de comienzos del XXI que provoca la saturación de información a nivel global para que una plétora de actores la utilicen a su libre albedrío. Este tipo de entes son actores que no encajan en ninguna de las categorías al uso, no son partes, no están en el terreno con funciones humanitarias, no son mediadores... Es curioso que la publicación de Wikileaks sobre bajas de civiles coincida con la denuncia de la ONU sobre el empleo de vehículos aéreos sin pilotos en Afganistán y Pakistán como violaciones de las leyes de la guerra. Casualidad.

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