Menú
Juan Carlos Girauta

A Rajoy le abandona la política

En el Avui ha firmado un artículo en apoyo de Rajoy aquel tipo que recomendaba a las madres de los militares golpistas que no se acercaran a Barcelona porque se había prohibido la prostitución.

Pudiendo optar por dejar la política, Rajoy ha preferido que la política le deje a él. La forma en que este registrador de profesión (y coleccionista de actas de vocación) se dispone a vivir su curiosa experiencia de despolitización pasiva resulta de lo más extraordinario. Se trata de marcharse sin marcharse, de ausentarse en presencia, de sublimarse, que es pasar de sólido a vapor sin pasar por el estado líquido.

Cuando el líder de un partido (siguiendo el criterio de otro gallego célebre) decide no meterse en política, las consecuencias son cuando menos extrañas, casi paranormales. Es como saltarse una premisa en un silogismo que se presentaba así: primera proposición: hay PSOE; segunda proposición: hay PP; conclusión: cabe la alternancia. La segunda se salta ahora; nadie puede afirmar a ciencia cierta que haya PP.

Si hubiera PP, Rosa Díez no se quedaría sola en el Congreso denunciando la exclusión del castellano del espacio público en varias comunidades autónomas. Es sólo un ejemplo; las consecuencias de que el líder del partido con más militantes de Europa abandone la política sin abandonar el cargo se extienden a muchos otros ámbitos. El gran ausente/presente deforma la imagen de lo que representó hasta el 9-M en un proceso en varias fases: de una inquietante y leve alteración en los rasgos se va pasando a una perceptible distorsión y luego a una caricatura, para acabar en algo irreconocible: una pintura abstracta que para unos puede sugerir vagamente "la derecha", pero también la insoportable levedad del centro, el malestar, el complejo o más bien el insondable vacío.

Una vez introducido el elemento paranormal, nadie se salva: unos enloquecen, otros sacan partido, otros empiezan a adoptar conductas insólitas, como sucedió en Bélmez tras aparecer las famosas caras. En este punto hay que acudir a la parapsicología, a la alquimia, o a un orientalismo abierto y desprejuiciado. Sólo la sabiduría alternativa nos explicará por qué la prensa progre y nacionalista se deshace en elogios a Rajoy. Quizá porque lo ven como al barbado yogui que ha alcanzado la samadhi (completa absorción).

El PSOE, sumido en un tremendo desconcierto, no sabe cómo tomárselo y sus miembros adoptan actitudes que cubren todo el espectro afectivo: del odio extremo por haberlos dejado sin enemigo a un amor casi sexual por haberse venido sobre ellos a ser penetrados. No sabe el socialista medio si compadecerse, burlarse, recelar, aplaudir, censurar, abrazarles y llamarles "compañeros"...

Otro tanto sucede con los separatistas. En el Avui ha firmado un artículo en apoyo de Rajoy aquel tipo que recomendaba a las madres de los militares golpistas que no se acercaran a Barcelona porque se había prohibido la prostitución. El pueblo llano, poco amigo de sutilezas, resume tosco: dime con quién andas, Rajoy, y te diré quién eres.

En España

    0
    comentarios