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Juan Carlos Girauta

A sus pies, la ubre

Pues claro. Mira, nosotros dedicamos sumas enormes a la obra social, y a lo mejor os habíais creído que los 14 millones correspondían a ese capítulo. Obra social...ista. ¿No?

-Dígame.
-Soy el ministro. Póngame con el Gran Caixer.
-Ahora mismo es imposible. Está en el helicóptero, sobrevolando Barcelona.
-Oiga, a mí no me engaña, que llevo la cosa de la tecnología. El helicóptero tendrá teléfono, radio, intenné y de todo. Póngame con él o tenemos el drama servido, como diría el jefe.
-Bien. No cuelgue.
-Qué se habrá creído, decirle al ministro…
-¡Aquí el Gran Cajero!
-Hola, soy el ministro de…
-¡Bachiller! ¿cómo estás?
-Menos cachondeo. ¿Cómo es que después de once años de silencio se os ocurre reclamar el pago del crédito?
-Hombre, bachiller, digo ministro, un crédito es un crédito. Y este no es una minucia precisamente. Además os lo dimos al 3 % en 1994, singular trato de favor. De algún modo tendréis que pagarlo.
-Ya te entiendo. Por ahí vas bien.
-Pues claro. Mira, nosotros dedicamos sumas enormes a la obra social, y a lo mejor os habíais creído que los 14 millones correspondían a ese capítulo. Obra social...ista. ¿No?
-¿Que quieres?
-¿Ahora hablo con el ministro o con el responsable de la deudora?
-Hablas con el amigo.
-No me hagas reír que tengo el labio partío.
-Digamos que hablo en nombre del deudor.
-Pues paga. ¿Te das cuenta de lo fácil que es?
-¿Y si te hablara como ministro?
-Buenas tardes, ministro. Encantado de hablar con usted. Nuestra entidad agradecería una toma de posición clara de su departamento en el asunto que ya sabe. Es todo por el bien de los usuarios.
-Déjate de cuentos que ahora vuelvo a ser el secretario general de los deudores.
-¿Sí? Pues paga. Ya te lo he dicho.
-¡No podemos! Después de tantos años sin reclamar la deuda, creíamos que…
-No creas nada. Habrá sido un despiste de nuestros servicios jurídicos. Por cierto, habéis acumulado un montón de intereses.
-No me dejas ninguna salida.
-Pues que se ponga el ministro.
-De acuerdo. Hola, soy el ministro otra vez.
-Le decía que nuestra entidad financiera agradecería una toma de posición muy clara de su departamento en…
-Vale, vale, ya lo he cogido.
-Es que tú eres muy largo, bachiller.
-Un respeto, que está usted hablando con el ministro.
-Perdone, es que la voz se parece tanto… Ahora tengo que cortar porque empiezan a encenderse las luces de la ciudad y la visión desde el cielo es formidable. Me recuerda aquello que le dijo a Alfonso XIII un alcalde de Barcelona que era analfabeto, Pich i Pon, en Montjuic. Se estrenaba el alumbrado. Va el tío, muy solemne, y suelta: “Majestad, a sus pies la ubre”.
-Ja, ja. Una ubre de las gordas.
-No lo sabes tú bien.
-Adiós, Gran Cajero.
-Adiós, ministro, o secretario general, o lo que seas en este preciso y precioso instante.

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