Menú
Juan Carlos Girauta

Caldera, calderilla

No se recuerda a otro dirigente socialista en similar maniobra aritmética para obtener los siglos que debe trabajar el asalariado mínimo a fin de ingresar lo que ingresan Antonio Banderas, Ronaldinho o Slim.

El ministro de Trabajo ha cogido una calculadora y ha dividido los ingresos de Pizarro por el salario mínimo. La operación es en sí misma una ideología resumida, por lo que agradecemos la capacidad de síntesis de Caldera. Aparentemente, subyace la condena moral al rico, más allá de los medios por los que ha obtenido su riqueza. Sin embargo, no se recuerda a otro dirigente socialista en similar maniobra aritmética para obtener los siglos que debe trabajar el asalariado mínimo a fin de ingresar lo que ingresan Antonio Banderas, Ronaldinho o Slim. Habrá que buscar pues, tras lo aparente, otro reproche implícito. ¿Cuál podría ser?

Una lógica depurada conduciría a los medios del enriquecimiento. Y es en este punto donde nos alcanzará el asombro, ya verán. En el año que observa Caldera, Pizarro habría ingresado más del doble con solo aceptar la OPA de Gas Natural: treinta millones de euros a la butxaca por plegarse a los planes del Gobierno Rodríguez y de la Caixa. Si hubiera tragado, el ex presidente de Endesa gozaría de bula socialista, nadie andaría haciéndole las cuentas y es posible que hubiera recibido la medalla de Sant Jordi. Sin embargo, novecientos mil accionistas habrían perdido muchísimo dinero. Y no lo habrían perdido por errar en su inversión, sino porque un cambalache político-empresarial les habría privado de ver reconocido el verdadero valor de sus acciones, por las que habrían recibido papelitos y calderilla.

Rodríguez, Montilla, Caldera, Chacón y Rubalcaba asaetean a Pizarro por haber hecho bien su trabajo al frente de Endesa. Si por ellos fuera, no sólo se habría perjudicado los intereses del atomizado accionariado de Endesa; los varios millones de inversores españoles tendrían graves motivos de preocupación por operar en un mercado falto de transparencia y altamente politizado. Las ondas concéntricas crecerían hasta contaminar la entera economía española, que sería contemplada por los inversores extranjeros como una merienda de negros donde no se conoce el concepto de seguridad jurídica.

Si nada de eso ha sucedido es porque Pizarro se plantó, esgrimió un ejemplar de la Constitución, denunció los manejos de un poder amigo de lo ajeno y señaló, frente a los papelitos y la calderilla, un precio justo: hasta cuarenta y cinco euros por acción. Las dejó a cuarenta y cuatro y medio. A este abogado del Estado, que sabe de leyes algo más que Caldera, tampoco se le resisten los números. Ya pueden ir dándole en Ferraz a la calculadora y a la injuria.

En Libre Mercado

    0
    comentarios