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Juan Carlos Girauta

Con estos que pacte su prima

Que nadie se escandalice; por época y por vocación, el origen del catalanismo político está tan contaminado de racismo como cualquier otro nacionalismo romántico. De hecho, Arana se formó en Barcelona.

Mientras Mas fantasea con una “casa común del catalanismo” contra la “españolización” de Montilla y Carod (!), Jordi Pujol se muestra no menos inquieto. En la última de sus fiebres insomnes le ha dado por postular un nuevo tancament de caixes. Más de un siglo después. El “cierre de cajas” fue la reacción de los comerciantes catalanes a la subida de impuestos y a los presupuestos restringidos con que el gobierno Silvela trató de solventar el déficit de la guerra de 1898.

La protesta que anacrónicamente reivindica Pujol fue encabezada en 1899 por el Dr. Robert, que no es el generoso proveedor de pastillas de la canción de los Beatles sino un alcalde de Barcelona que aún cuenta con estatua, quizá por el mérito de haber sido amigo de la frenología y haber divulgado una crucial información: la raza catalana es dolicocéfala; los españoles, braquicéfalos. Que nadie se escandalice; por época y por vocación, el origen del catalanismo político está tan contaminado de racismo como cualquier otro nacionalismo romántico. De hecho, Arana se formó en Barcelona.

Volviendo al tancament de caixes que Pujol quiere reeditar, lo cierto es que en aquella época se aplicó mayor presión fiscal a los barceloneses que a los madrileños. Pero las raíces de la desafección son más anchas y profundas. Así lo resumió en sus Memorias Francesc Cambó, fundador de la Lliga en 1901… y financiador de Franco durante la Guerra Civil. Hombre prudente:

“Diversos hechos ayudaron a la rápida difusión del catalanismo. La pérdida de las colonias, después de una sucesión de desastres, provocó un inmenso desprestigio del Estado. El rápido enriquecimiento de Cataluña, fomentado por el gran número de capitales que se repatriaban de las colonias perdidas, dio a los catalanes el orgullo de las riquezas improvisadas, cosa que les hizo propicios a la acción de nuestra propaganda dirigida a deprimir el Estado español y a exaltar las virtudes y merecimientos de la Cataluña pasada, presente y futura.”

Obviando su franquismo final, Cambó ha marcado a fuego el nacionalismo pujoliano. Don Francesc se estará removiendo en su tumba al ver cómo al padre al nacionalismo “moderado” de finales del siglo XX le tiene que recordar La Vanguardia, nada menos, en su editorial, que “Hay un camino, pero ese no es el del radicalismo”.

Si Matrix los ha enfermado a todos, cómo no iba a afectar al gran programador (o “gran arquitecto”, por seguir la jerga de la trilogía y del mandil). Cree Pujol, a la distorsionada luz de Cambó, que en pleno siglo XXI, en la Unión Europea, en una Cataluña que ya no es locomotora de la economía nacional, y con el proteccionismo destartalado, se dan las condiciones de “orgullo” y “riqueza” (improvisada o no) para desempolvar propagandas “dirigidas a deprimir el Estado español”. Porque de eso se ha tratado siempre, ¿verdad, señor Pujol?

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