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Juan Carlos Girauta

Contra las sospechas, respuestas

Los mecanismos antidemocráticos sólo se mantienen con más mecanismos antidemocráticos. Así que ellos mismos: o se cargan el sistema del todo, pasito a pasito, o se abren a las comparecencias y al general escrutinio

No se trata de preguntar para quién trabajaba el dirigente socialista y espía humanitario Fernando Huarte. Para el CNI, ¿no? Se trata de averiguar para quién trabajaba el CNI en época de Aznar. Y también se trata de que los ciudadanos sepan por qué un juez puso en libertad a Lamari, y por qué el CNI lo buscaba con ahínco desde noviembre de 2003, y por qué, siendo así, no relacionó desde un primer momento la masacre de Madrid con los islamistas sino con ETA, y por qué le sentó tan mal a Dezcallar que Aznar publicara el timing que avalaba sus posiciones con las informaciones que iba recibiendo en aquellos días aciagos de la inteligencia española: tiempo real para un tiempo irreal.
 
Se equivocan los socialistas si creen que este feo asunto se puede zanjar manteniendo su negativa a las comparecencias o insinuando que el gobierno anterior sabía de las actividades de Huarte en mayor medida que ellos mismos. Si así fuera, ¿a qué la negativa? Se equivocan si piensan que en esta situación envenenada se puede cerrar la Comisión sin más. Y se equivocan en su disposición a asumir como coste las sospechas de que obtuvieron informaciones críticas antes que el propio gobierno. Salvo que no tengan más remedio.
 
Pero es la sombra de la peor sospecha la que ya se cierne sobre ellos, y existe un único modo de sacudírsela con dignidad: respuestas. El único que viene pidiendo transparencia, y que cada palo aguante su vela, es el Partido Popular. Jamás han rechazado una comparecencia; a ellos se las han rechazado todas. Esta inexplicable asimetría refuerza la conexión del primer partido de España con su gente, con sus temores, indignación, dignidad y sed de verdad.
 
Las reglas han cambiado: la derecha española estaba apestada y maldita; sólo excepcionalmente, y en débil minoría, podía llegar a gobernar. Y entonces Aznar se alzó con la mayoría absoluta en 2000, contradiciendo todas las premisas de la hegemónica y condescendiente izquierda mediática. Allí empezó la toma de la calle y el montaje del escenario propicio para que un traje vacío, sólo capacitado para emitir frasecitas de gabinete, deviniera un líder.
 
Todo lo que sucedió entre los atentados y las elecciones generales tiene música de traca final, contundencia de golpe y color de venganza. La izquierda corre el riesgo, como siempre, de confundir su magma con la nación. Aunque con la ayuda inestimable de cierta derecha, más calculadora que acomplejada, hayan ahogado la voz de media España, eso no significa que no exista. Existe y está exigiendo explicaciones, caiga quien caiga. Los mecanismos antidemocráticos sólo se mantienen con más mecanismos antidemocráticos. Así que ellos mismos: o se cargan el sistema del todo, pasito a pasito, o se abren a las comparecencias y al general escrutinio, en sus dos acepciones.

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