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Juan Carlos Girauta

Decadencia de CiU

La realidad se impondrá, y el día (quizá lejano, pero cierto) que la aritmética permita desalojar a los socialistas de un poder municipal que ocupan ininterrumpidamente desde 1979, será con Alberto Fernández como alcalde. Con los votos de CiU.

La campaña de Xavier Trias es errática hasta lo incomprensible. Encabezando la lista barcelonesa de CiU, los suyos deberían tratarle mejor. Casi parece que quieran perder. No es el caso, aunque esa habría sido en otras épocas la conclusión, cuando Jordi Pujol utilizaba el maldito destino para acabar con figuras de brillo molesto.

El padre de la construcción nacional de Cataluña repitió varias veces la operación: su invitación a cruzar la Plaça de Sant Jaume acabó equivaliendo a una carta de despido. Allí cayeron Trias Fargas, Cullell, Molins y Roca. Cuando se sueña con suceder al gran jefe, ¿quién encaja una concejalía en la oposición?

El Ayuntamiento de Barcelona no es cosa baladí. Tiene el presupuesto y las ínfulas de un estadito. Los Juegos Olímpicos le dieron a la ciudad una notoriedad cuyas dimensiones son sólo comparables al ridículo del Forum, aquella nada, aquel vacío que pasará a la historia entre signos de interrogación. Los barceloneses nos seguimos preguntando qué demonios fue aquello que tenía que cambiar el mundo.

A CiU se le atraviesa Barcelona por la resistencia de los votantes y, sobre todo, porque la ciudad constituye una descomunal negación a su proyecto. Implícita, sí, que aquí somos muy cucos. Pero descomunal. Es imposible construir una nación con esencias de Montserrat cuando cinco millones de almas, de las siete con que se cuenta, forman un gran entramado urbano que va a lo suyo: el municipio de Barcelona y sus tres "coronas". Para agravar la enfermedad barcelonesa del nacionalismo, pronto la principal fuerza de oposición municipal será el PP.

CiU ha quedado atrapada en dos cepos: uno, la consolidación del modelo tripartito, que les condena al fracaso aunque ganen elecciones; dos, el error de competir con ERC en soberanismo. Ya pueden ir los convergentes al notario cuantas veces deseen y ya puede el desdibujado Trías hacer guiños a los socios de Hereu. La realidad se impondrá, y el día (quizá lejano, pero cierto) que la aritmética permita desalojar a los socialistas de un poder municipal que ocupan ininterrumpidamente desde 1979, será con Alberto Fernández como alcalde. Con los votos de CiU. Y sin Trias, que se habrá retirado.

Este vaticinio parecerá dislate al adversario y utopía al afín. Pero eso es sólo por una general incapacidad para la prospectiva, que exige pensar en movimiento, proyectar dinámicas en vez de analizar fotos fijas. Pongo fecha: en 2011, Fernández alcalde. La carrera empieza este domingo.

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