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Juan Carlos Girauta

Demagogia sebastianesca

Sigo preguntándome, cada vez que veo a esforzados ciclistas novatos detener un carril entero y provocar atascos, cuál será el incremento de contaminación total que ocasiona el pequeño ahorro de unos cuantos usuarios.

El plan de ahorro energético de Sebastián evoca el chocolate del loro y la cuenta de la vieja. Los coches eléctricos e híbridos que prevé tendrán que reducir notablemente su precio si quieren ser competitivos, salvo que la diferencia la financie el Estado, con lo que en vez de ahorrar se meterá en más gasto. En cuanto a las limitaciones de velocidades máximas, como humorada no está mal, toda vez que las limitaciones actuales ya se las pasa el común de los conductores por retambufa, empezando por esos 120 km./hora, limitación absoluta... absolutamente incumplida.

En Barcelona ya está vigente la limitación a 80 km./hora en la llamada "primera corona". Hemos tenido tiempo de asistir a la exposición experta de ventajas y desventajas. Quienes trabajan para la Administración lo ven especialmente ventajoso; si se trata de observadores imparciales, sólo ven desventajas. Para empezar, es falso que se ahorre. El ahorro depende más bien de la marcha con la que se circula. Se puede gastar y contaminar menos a cien que a ochenta. El interés y empeño de las autoridades en introducir este tipo de medidas no se funda en el ahorro; persigue el incremento de la recaudación: la que van a propiciar los radares.

En lo de las bicicletas también ha sido pionera Barcelona. Una concesionaria del Ayuntamiento ha conseguido que sus vehículos alegren todos los barrios, a todas horas. Sigo preguntándome, cada vez que veo a esforzados ciclistas novatos detener un carril entero y provocar atascos, cuál será el incremento de contaminación total que ocasiona el pequeño ahorro de unos cuantos usuarios. Por no mencionar la seguridad: ¿por qué un motorista debe llevar casco y un ciclista barcelonés no, asumiendo similar riesgo?

En cuanto a las energías alternativas, es muy loable su desarrollo, pero, a día de hoy, ni de lejos suponen lo que su nombre afirma: una alternativa real a la energía del petróleo. Existiendo como existe una energía más barata y segura, la nuclear, clama al cielo que este Gobierno, por razones de pura imaginería progre, se niegue a admitir el desarrollo en España de lo que tenemos que comprar a Francia. Si sus reparos tienen que ver con una falta de confianza en la seguridad de la energía nuclear, dejemos de adquirirla al país vecino, pues su demanda influye en el incremento de la producción. Además, si un día sucediera un accidente, la radiactividad no se detendría en La Junquera.

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