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Juan Carlos Girauta

El hombre que no había delinquido... todavía

Hablar de algún avance de los "derechos humanos" en la isla del miedo es una broma amarga que sólo se le ocurre a un Moratinos.

Hace unos días, Manuel Acosta fue detenido y encerrado en una celda de Aguada de Pasajeros, Cienfuegos, Cuba. Anteayer apareció ahorcado con su propio pantalón. La policía le había informado del presunto delito: peligrosidad social pre-delictiva. No hay jurista en el mundo civilizado, no hay sensibilidad no arrasada por la vileza que sea capaz de leer esas tres palabras y media sin repugnancia.

Lo redundante de la formula –peligroso y pre-delictivo– no deja lugar a dudas: no hay delito, no hay hecho punible alguno. No lo hay todavía, pero lo habrá si no lo detenemos, y eso ya es delito, argüirá el revolucionario. Sólo que el Derecho no funciona así. Y donde funciona así, no es Derecho. Obviamente, los revolucionarios se siguen reivindicando como tal, medio siglo después, para no tener que enfrentarse a conceptos como seguridad jurídica. Hablar de algún avance de los "derechos humanos" en la isla del miedo es una broma amarga que sólo se le ocurre a un Moratinos.

Lo de menos es si Manuel Acosta se ató él mismo su pantalón al cuello y se dejó caer desde la altura justa o si la operación la llevó a cabo la policía de Aguada de Pasajeros tras acabar con él a golpes. Cualquier hipótesis es posible: la familia no tiene acceso al informe forense y Manuel ya ha sido enterrado. Sea por su mano, sea por mano ajena, en ambos casos es el régimen de Castro quien ha matado a este trabajador de un secadero de arroz por no participar en las actividades de los Comités de Defensa de la Revolución.

Así se nos presentan los comités en su página web: "Somos la masa en su continuidad inmortal, organizada en cada cuadra, en cada barrio, en cada zona para, con el arma infalible de la unidad, luchar por una patria y un mundo mejores." Esta basura palabrera encubre la vigilancia cercana y permanente de todos y cada uno de los súbditos de la tiranía. Manuel Acosta no colaboraba con ellos, lo que en la lógica monstruosa de los amigos de Moratinos es señal inequívoca de peligrosidad. Peligrosidad pre-delictiva.

La prensa apenas trae la noticia, y El País informa con este titular: "Extraña muerte de un opositor cubano que estaba bajo custodia policial". Lo extraño no es la muerte, lo extraño es que el titular y el texto eludan otra extrañeza: un delito que consiste en no haber delinquido... todavía. Lo extraño es que El País emparente al régimen siniestro con expresiones propias de un Estado de Derecho, como "custodia policial". Escuchad, demócratas de pacotilla: cuando tus asesinos te vienen a buscar y te encierran, no te están custodiando. (Custodiar: guardar con cuidado y vigilancia. DRAE.)

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