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Juan Carlos Girauta

El target del spot del decision maker

El oscuro proyecto de las desaladoras recuerda aquel invento español del motor de verdura (un coche al que, en vez de gasolina, se le echaban coles y judías verdes). El respeto al medio ambiente llevará al gobierno a invertir en contaminar el aire, matar a los peces y jalonar la costa de monstruos metálicos. En nombre de la solidaridad, un presidente socialista dice mirando al sur que para ellos ni una gota de agua. Lo fácil es concluir que el gobierno prepara un palo como los de los buenos tiempos y que el presidente autonómico es un sádico. El marketing político nos mostrará cuán errados andamos.
 
El truco de la sal, aunque lo parezca, no es una variante tecnológica del juego de las tres cartas (¿dónde está la sota?) sino un necesario sedante, un somnífero, la nueva cultura del agua, un número a lo David Copperfield, una hipnosis. Vaya usted a discutir con el público embobado -y sojuzgado- por el mago. Inútil. Esto no tiene nada que ver con el agua ni con la racionalidad. Esto tiene que ver con la gotita que no se echa. Es la traducción financiera, tecnológica, burocrática y mamotrética de un rencor por demás vicario. ¡Qué trabajitos les está haciendo el PSOE a los separatistas! Inversiones Rencor podría financiarlo y Construcciones y Aversiones levantarlo. Dos empresas públicas que están pidiendo ser fundadas.
 
Más ejemplos. CiU une sus siglas a las de Sabino Arana y el plan Ibarretxe y se pega un castañazo electoral de los de no te menees. El público, desconcertado, critica el guión de la película: ¡Venga, hombre, el protagonista era el único que no lo veía venir! La solución: el abrazo de Galeusca (estos acabarán descubriendo España) no podía estar dirigido a sus votantes. Gracias a la distinción que hace el marketing entre “público objetivo” y “segmento objetivo” (lo siento) comprendemos que con decisiones tan raritas CiU no pretende servir a su mercado (electorado) sino transmitir mensajes al del vecino. Ese que tiene el sobreático mirando a Perpiñán. El habitual beneficiario del uso ajeno del marketing político.
 
¿Se libra la derecha de la fiebre mercadotécnica? No sé, no sé. Busquemos, por jugar, más que nada, alguna decisión difícilmente comprensible. El discurso político único del próximo congreso del PP, por ejemplo. ¿Es Gallardón el hombre que ha de ilusionar, aglutinar, motivar y encarnar a los seiscientos mil del núcleo duro y a los diez millones del entorno blando? Un publicista podría descartar esta pregunta por improcedente y sostener que el discurso inaugural será un spot cuyo target no es el PP sino la audiencia de Iñaki Gabilondo, a quien tanto le debe la derecha.
 
Es posible que las enseñanzas de las escuelas de negocios sirvan para comprender algunos gestos y decisiones políticas que, de otro modo, parecen absurdas o contraproducentes. Y de este modo, también.

En España

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