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Juan Carlos Girauta

Empeñados en hacerse odiosos

O los grandes partidos, los jueces, la banca y demás poderosos se dan cuenta de los cambios en el ánimo popular, de las nuevas exigencias de austeridad y proximidad a los anhelos ciudadanos, o el descontento crecerá y explotará.

Asistí el viernes pasado al programa de Telemadrid donde Esteban González Pons realizó sus polémicas declaraciones. En ningún momento pensé que sus palabras sobre el papel de la Reina iban a ocupar portadas. Contundentes e inesperadas como eran, aún más contundencia utilizó –y aún más sorpresa me produjo– al afear su absentismo a los miembros del parlamento, incluyendo a su propio partido. Tenía razón.

La desoladora imagen de la sesión donde se iba a tratar nada menos que del paro contribuye a ensanchar la grieta que separa al ciudadano de la clase política. La reflexión sobre los inmerecidos privilegios de los políticos, convertidos en una casta de intereses opuestos a la gente, ha centrado los debates en Italia últimamente. Preveo aquí una oleada de indignación similar o mayor. Tras el lamentable asunto del reposapiés de Benach se ha sabido que el del parvenu no es, ni de lejos, el único caso de abuso y despilfarro. Tampoco el más grave. Los ejemplos salpican a todos los partidos. A la coalición gobernante en Galicia (flotilla y despacho), al socialismo extremeño (un ex presidente regional tratado como presidente de una república), al tripartito catalán (dietas para transporte sobre coches oficiales, más incremento salarial), al PP (cien quilos en un coche para Gallardón y lo que se irá sabiendo de Baleares).

No sé si se dan cuenta de que una espantosa crisis está sacudiendo la economía española, que el paro se va a desbocar, que el consumo ha caído, que a los autónomos no les renuevan las pólizas de crédito, que muchos no pueden pagar la hipoteca. Un muro de rencor se va a levantar entre el contribuyente y el establishment si éste no corrige su desidia y su afición al lujo y si el Gobierno se empeña en pagar en secreto las deudas de los bancos en apuros. Los jueces han querido unirse, por puro corporativismo, a un bando que puede convertirse en odioso tan pronto como alguien organice un partido (o articule un discurso) populista, en la línea que advertía José María Marco.

O los grandes partidos, los jueces, la banca y demás poderosos se dan cuenta de los cambios en el ánimo popular, de las nuevas exigencias de austeridad y proximidad a los anhelos ciudadanos, o el descontento crecerá y explotará en formas capaces de dejar sin significado expresiones como representatividad y dignidad del cargo. Ilustra la defensa de la casta hasta lo intolerable el juez de Granada que ha arrojado la responsabilidad del crimen de la pequeña Mari Luz... sobre sus padres. Si alguien tiene para esto un adjetivo sin riesgo de querella, que lo ponga. Yo no lo encuentro.

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