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Juan Carlos Girauta

Fundamentalistas

Que se detenga el tiovivo: los fundamentalistas del PP lo utilizan todo con fines partidistas, y ahora le quieren sacar provecho a conceptos como España y nación.

La versión oficial catalana de la Constitución de 1978, acabada antes del referéndum del mismo año, traduce como “nació espanyola”, con minúscula, el original “Nación española”. Así que a Suárez ya le iban colando los nacionalistas, además de los goles legales, otros goles tramposos, subrepticios, simbólicos. En un seminario sobre el Título VIII que impartió Jordi Solé Tura en Barcelona en 1981, y al que asistí como estudiante de Derecho, el catedrático, padre de la Constitución, y entonces diputado comunista nos explicó el indignado rechazo del senador Camilo José Cela al término “nacionalidades”, que consideraba sinónimo de naciones y, como el tiempo ha acabado demostrando, fuente de malentendidos. Se evitó la enmienda reconociéndole en privado a Cela que tenía razón, pero que estaban en juego graves cuestiones políticas.
 
Y como Cela tenía razón, un cuarto de siglo después, el presidente Rodríguez puede darse el lujo de retozar en la ambigüedad terminológica para no disgustar a su severa ama dominante, un ama con bigote y bastante mala leche, por más señas. El ama unas veces se llama Carod y otras Maragall, y va dictándole pasito a pasito al aplicado Rodríguez lo que tiene que opinar sobra cada uno de los temas sensibles, ora con zalamerías, ora con amenazas y ultimatos, en una magistral exhibición de la técnica premio-castigo. Sin embargo, siendo Rodríguez presidente del Gobierno de la Nación española, y no teniendo muy claro lo que es el Gobierno, convendría que supiera al menos lo que es la Nación española. Y que comprendiera que, una vez encajadas en la ley de leyes por mor del consenso las voces “nacionalidad” y “Nación”, forzosamente tienen que significar cosas distintas a efectos políticos. En especial cuando tales vocablos salen de su boca presidencial y sonriente, y por muchos goles con trampa que le marcaran, a finales de los setenta, los nacionalistas, los no nacionalistas comprensivos y los antinacionalistas incoherentes a la ciudadanía española.
 
Cada vez que Rodríguez complace al ama dominante, irrita a millones de ciudadanos. Está atrapado en su tiovivo desbocado, entre tanques pacifistas, reales camellos del país hermano, engalanadas carrocitas con ministras Vogue, caballitos de madera desfilando entre banderas ultrajadas, los relinchos grabados, asturianos cochecitos patrulla, las sirenas grabadas, encantadores de serpientes, las confidencias grabadas. Carrusel sin frenos, pesadilla de las contradicciones. Y el vértigo le devuelve al viejo truco, que acabará gastando: la culpa es del PP. Que se detenga el tiovivo: los fundamentalistas del PP lo utilizan todo con fines partidistas, y ahora le quieren sacar provecho a conceptos como España y nación. Hay que entenderle. Si al menos Rajoy se subiera con él al carrusel podrían vencer juntos el vértigo de una patria y una era que se disuelven.

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