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Juan Carlos Girauta

Ira sin libertad

¿Es consciente, ministra inmerecida, de que está justificando pasados y futuros atentados? Creía que la náusea de la Diada no se podía superar, pero nunca hay que subestimar a los socialistas. Segunda transición: de libertad sin ira a ira sin libertad.

Los catalanes aún no lobotomizados llevamos varios días subidos a una montaña rusa, con remontadas al ridículo, súbitos descensos a la náusea, vertiginosas curvas al abuso y a la infamia. Ridículas son todas las ocurrencias liliputienses, como esa de Carod, celebrar el encuentro Cataluña-EEUU en Perpiñán. Esperemos que el árbitro vaya sin capucha. Asco da ver cómo se amenaza de muerte a cara descubierta, a voz en grito, impunemente, a Alberto Fernández, representante democrático de la ciudad de Barcelona con más votos detrás que la Esquerra, tan ufana i tan superba ella.

Amenazas vertidas ante la absoluta pasividad de decenas de agentes policiales. Cada día que pase sin que dimita el conseller de Interior, Joan Saura, será un abuso y una usurpación. El más incapaz –y ya es decir– de la nueva clase política zurupeta debe estar satisfecho con la labor de sus mossos en la Diada. ¿Qué instrucciones seguían los muchos policías presentes, de uniforme y de paisano? ¿Cómo es posible que ninguno de ellos cumpliera con su obligación de detener o identificar a quienes profirieron –en flagrante delito– amenazas terroristas, a quienes vitoreaban a Terra Lliure?

Carod promete siete años ininterrumpidos de montaña rusa con su referéndum ilegal, avalado por socialistas que rechazan y esconden la bandera española en los ayuntamientos de Gerona, Lérida y Tarragona, así como en las sedes de cinco distritos barceloneses. Y que desde la siniestra coselleria de Ernest Maragall trocan el recreo infantil en horario lectivo para mejor manipular la maleable mente del infante, erradicar su equivocada lengua, cercenar su naciente sentido de la libertad, meterse en su conciencia hasta que no quede espacio sin intervenir.

Cuando, abatido, me decía que el único resumen fiel de todo esto es que en Cataluña se está acabando la democracia, penalizando la discrepancia, premiando la inobservancia de la ley y consintiendo el delito... llega una ministra del "Gobierno de España" y deja en nada todo lo anterior. Para Elena Salgado, la culpa de las amenazas de muerte es de los amenazados, que "tienen que aprender a convivir".

¿Es consciente, ministra inmerecida, de que está justificando pasados y futuros atentados? Creía que la náusea de la Diada no se podía superar, pero nunca hay que subestimar a los socialistas. Segunda transición: de libertad sin ira a ira sin libertad.

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