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Juan Carlos Girauta

Jueces contra la Constitución

El movimiento nacionalista-secesionista se ha pasado de frenada.

El movimiento nacionalista-secesionista se ha pasado de frenada.

Es un sello del nacionalismo catalán la movilización calculada de tantos sectores sociales como pueda alcanzar su influencia. Y esos peces, caña en mano, presupuesto en mano, educación en mano, subvenciones y medios de comunicación en mano, son muchos. Así, el poder catalán, agente activo de la desafección hacia España, simula ser mero receptor de demandas procedentes de la sociedad, espejo fiel del insoportable malestar de empresarios y universitarios, funcionarios y periodistas, colegios profesionales y sindicatos, oenegés y grupos de estudio. El relato de la desafección en sus distintas variantes (el català emprenyat, el contribuyente robado por España, el pobre niño expuesto a un perverso Wert que se empeña en españolizarlo) fue puesto en circulación y sostenido por múltiples terminales mediáticas, públicas y privadas, de un poder que lleva décadas impregnando la vida pública de paralizante victimismo, y que lleva años introduciéndose en la vida privada. Tanta es la insistencia en el monotema nacional.

Del clientelismo generalizado e indisimulado de la época de vacas gordas, que encuentra su cénit obsceno en infinitos informes absurdos (e inexistentes) tipo almeja brillante para alimentar a una muchedumbre paniaguada, a la toma de las calles por multitudes en época de vacas flacas, masas convencidas de estar siendo expoliadas y maltratadas para que los niños extremeños estudien con más medios que los niños catalanes. De modelar presupuestos a estimular cerebros y radicalizar conductas. Por eso no existe nada parecido a una sociedad civil catalana, toda vez que no se da interlocución social con el poder político sino manipulación, financiación y estabulación de sectores sociales por dicho poder. El aparente diálogo es la lectura en común de un libreto.

Pero, como en todo lo demás, el movimiento nacionalista-secesionista se ha pasado de frenada. Porque una cosa es espolear a asociaciones que dependen de tu financiación y de tu favor, y otra muy distinta es aplicar a las instituciones la misma estrategia de agitación y propaganda. La reciente iniciativa de una treintena de jueces repitiendo como loritos las consignas de Convergència y ERC persigue dotar de credibilidad jurídica a una empresa sediciosa que nace, vive y morirá fuera de la ley. Para refutar a los treinta jueces bastaría un correcto estudiante de primero de Derecho, tan obvias son la inconstitucionalidad de su falsa soberanía y de su mendaz derecho a decidir. Pero los responsables del contradiós saben bien que una cantidad de catalanes que se aproxima a la masa crítica ya no atiende a razones, ya no acepta argumentos, ya ha perdido la capacidad de escuchar o leer a quien contraríe su gran ilusión. Que de eso se trata, de mucha ilusión, de un poderoso sentimiento, de exaltadas emociones de pertenencia. Todos esos materiales de la ficción que, en ciertos contextos históricos, se pueden convertir en dinamita.

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