Menú
Juan Carlos Girauta

La diplomacia estrafalaria

Esa política exterior, avalada por el presidente del gobierno, muestra una compulsiva tendencia a llevar los asuntos de España en el sentido contrario al que los llevó Aznar. Hasta ahí llega su sectarismo

En su Carta abierta sobre el Sáhara, Moratinos se muestra más preocupado por la oposición que por el futuro del pueblo saharaui, las violaciones de los derechos humanos o el éxito del plan de Naciones Unidas. “Algunos detractores de la política española sobre el Sáhara parecen apostar por una crisis profunda de las relaciones hispano marroquíes”, afirma. Curiosamente, no se refiere al gobierno de Marruecos. Pero ahí están, en el pasado reciente, el desabastecimiento de nuestra flota pesquera, incluyendo actos de abierta hostilidad, la retirada unilateral de su embajador, la ocupación del islote Perejil, las dudosas concesiones petrolíferas, la perdurable impresión de tolerancia ante el gran tráfico de droga del Rif y el flujo de inmigrantes ilegales, la falta de colaboración en delicados extremos de la investigación del 11-M, con alguna increíble puesta en libertad, la prohibición de aterrizar o abandonar su avión a varias delegaciones parlamentarias, o el maltrato a españoles encarcelados, como la presa violada con el consentimiento de sus guardias.
 
Ya sea por impericia, ya por creer que su cosmovisión es generalmente compartida, el ministro de Exteriores y su número dos nos han escandalizado relacionando la necesidad de contribuir al desarrollo de Marruecos con la posibilidad de un nuevo 11-M. Esa política exterior, avalada por el presidente del gobierno, muestra una compulsiva tendencia a llevar los asuntos de España en el sentido contrario al que los llevó Aznar. Hasta ahí llega su sectarismo. Los socialistas acusan ahora de deslealtad a los populares, olvidando la visita de Zapatero a Marruecos en mitad de una gravísima crisis de Estado: dejarse fotografiar junto a un mapa de Marruecos que incluía las Canarias es uno de los momentos estelares del estadista, junto con las ofensas a la bandera americana y la llamada pública a la deserción de Irak. Ya han conseguido que Marruecos se convierta en el aliado preferente de Estados Unidos en la zona. Cuando haya un nuevo Perejil, España lo va a tener crudo para hacer prevalecer sus posiciones, si es que lo intenta siquiera.
 
En cuanto a Ceuta y Melilla, su reivindicación apremiante sólo es cuestión de tiempo. En el plan de Mohamed VI, va por delante el Sáhara. España podría acogerse simplemente a los principios que ya han establecido las Naciones Unidas, a la vez que mantiene la dignidad nacional denunciando con claridad las agresiones que sufren los habitantes de nuestra ex colonia. Podría limitarse a transitar por esos dos raíles. Pues no. Prefiere transmitir una insufrible debilidad hacia el exterior mientras nos aturde con el humo de un vacuo y contradictorio lenguaje pseudo diplomático en el interior. “Hemos planteado –nos vende en su carta sin destinatario– que pueda visitar el territorio una misión parlamentaria española abierta a todas las fuerzas políticas y con libertad de movimientos, que confío pueda llevarse a cabo”. Pero hombre, Moratinos, ¿aún confía? Eso no es fe en un éxito futuro, eso es decorar su penúltimo descalabro.

En España

    0
    comentarios