Menú
La promesa de retirar las tropas de Irak el 30 de junio si no se cumplían condiciones imposibles, que granjeó a ZP el respeto de todos nuestros enemigos, se hizo en la convicción de que la Moncloa esperaba a Rajoy. Luego ganaron, sabe Dios cómo, e insistieron en la promesa y en la fecha. Resultado evidente: el riesgo para nuestros soldados se multiplicó. Esta consecuencia de su error estratégico la admite hasta El País (19 de abril): "El riesgo de que cualquiera de los grupos terroristas que actúan en Irak tuviera la tentación de tomar a los soldados españoles como blanco de sus ataques para capitalizar una retirada ya anunciada ha sido un elemento fundamental en la decisión". La cursiva es mía.
 
Endiablado asunto, pues es obvio que anticipar el regreso también aumenta nuestra vulnerabilidad a medio plazo. La falta de principios conduce a estas situaciones. Para muchos, tener principios equivale a cumplir las promesas electorales que ellos más les gustan, pero no hay virtud alguna en cumplir una promesa estúpida, inmoral y perjudicial, y menos cuando se formuló como un brindis al sol. Hasta los contratos contienen la cláusula tácita rebus sic stantibus, que supedita la vigencia de las obligaciones al mantenimiento de las circunstancias que dieron lugar al vínculo. Una promesa electoral no es un contrato; a fortiori, la promesa de retirada perdió todo su sentido tras el 11 M, que alteró profundamente la posición estratégica de España desde la preguerra.
 
Para nuestra izquierda política y mediática, el terror islamista escogió a España por el contundente apoyo de Aznar a los EEUU. Pero esto revela un análisis simplista y lineal de los hechos. Si uno hace el esfuerzo de colocarse en el espacio lógico del terrorista (y no en su ficticio espacio moral, como tiende a hacer tanto insensato) comprenderá las ventajas de atacar con inusitada violencia a un país que tres días más tarde celebra elecciones y cuya prospectiva electoral muestra una consistente tendencia al alza de un partido entregado a una propaganda pacifista de Comintern. Con 192 muertos, al súbito vencedor sólo le quedaba una vía para no transmitir al mundo la impresión de que el terrorismo había logrado abrir una brecha en el bloque aliado: quedarse y aumentar el contingente.
 
Bono considera propio de miserables interpretar que España huye. El mundo debe estar lleno de miserables, a juzgar por la prensa extranjera. Curiosamente, todos estos miserables se encuentran en nuestro bando y ninguno en el opuesto. ¿Cómo calificar al ministro de Defensa cuando sostiene que la retirada española refuerza nuestra alianza con EEUU y el Reino Unido? Pero alegrémonos: el gobierno prepara un “plan especial” contra el terrorismo internacional. Aunque acabemos de perder la confianza de la única superpotencia del mundo, y con ella la estrecha colaboración de sus servicios de inteligencia, Alonso y un ex-consejero de Bono ya están buscando a alguien en “la casa” que hable árabe. Respiro tranquilo.

En España

    0
    comentarios