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Juan Carlos Girauta

Las grietas

Un compañero cuelga el vídeo en internet. El accidente, similar al que cualquier dirigente de un régimen de terror se habrá encontrado, se multiplica esta vez en millones de terminales. La globalización. Ya advirtieron Ramonet y Cebrián del peligro.

Todo régimen totalitario ha sido molestado por personajes cándidos que al toparse con un dirigente –un secuestrador– meten el dedo, sin saberlo, en la llaga moral del sistema. El accidente exige un inocente provisto de información parcial, conocedor de una parte la abominación. El resto de la infamia, su meollo, debe mantenerse incólume en su conciencia apacible y contaminada.

Un hombre así puede ser Eliécer Ávila Sicilia, estudiante cubano de veintiún años. Ha interiorizado –por falta de contrastes, por un entorno largamente envenenado, por la falta de perspectiva, quién sabe– una parte nuclear de la lógica de los secuestradores gobernantes. La suficiente para cometer un error sustancial y otro adventicio, que a la postre será el decisivo. El sustancial es común en Cuba e irrelevante para el caso: equivocarse en la adscripción. Así, Eliécer se declara revolucionario. Acepta y reproduce categorías impuestas, carece de discurso alternativo. Es adventicio –extraño, sobrevenido y, por las circunstancias que concurren, decisivo– que el estudiante crea realmente posible preguntarle al presidente del órgano llamado Asamblea por la desnudez del rey, por la falta de ciertas libertades concretas en un régimen basado en el aplastamiento de las libertades, por algunos específicos abusos en un estado general de abuso:

¿Por qué el comercio interno es en peso convertible cuando nuestros trabajadores cobran su salario en moneda nacional, que tiene veinticinco veces menos poder adquisitivo, debiendo un obrero trabajar una jornada laboral para comprar un cepillo de dientes? ¿Por qué el pueblo no tiene la posibilidad de ir a hoteles o viajar a determinados lugares del mundo?

Y en este punto, el modo en que el cándido estudiante decide ilustrar sus anhelos muestra hasta qué profundidades ha ocupado su alma la locura sangrienta y legendaria que su atónito interrogado representa (no él, pobre muchacho): “Por ejemplo, yo no quiero morirme sin ir al lugar donde cayó el Ché."

Eliécer está siendo filmado por un compañero que cuelga el vídeo en internet. El accidente, similar al que cualquier dirigente de un régimen de terror habrá sufrido, se multiplica esta vez en millones de terminales. La globalización. Ya advirtieron Ramonet y Cebrián del peligro. Las grietas.

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