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Juan Carlos Girauta

Nada va a cambiar

Si gana Kerry, exigencias ineludibles de marketing político obligarán a su equipo a reforzar su flanco débil, el de la seguridad y el liderazgo, y combinará acciones en el exterior similares a las que viene protagonizando Bush

Los aprobados generales de los años setenta, que sembraron el país de licenciados ciruela prestos a sentar cátedra, y la fatídica Logse, han unido sus devastadores efectos sobre la opinión favoreciendo un equívoco: el del paralelismo entre los partidos estadounidenses y españoles. Los demócratas serían como el PSOE pero mejor vestidos, los republicanos como el PP pero sin complejos. Kerry sería un Rodríguez estirado y Bush un Aznar simpático. La falta de matices se sustituye por una analogía dicotómica. Pero nada de eso hay, o muy poco. ¿Cómo explicar, si no, que los mejores especialistas en relaciones internacionales del PP se identifiquen con el partido demócrata?
 
Sorprenderá también la política antiterrorista y para Oriente Medio que va a adoptar la administración americana si Kerry accede a la Casa Blanca. Analistas conspiranoicos obsesionados con New American Century y alelados por Bruce Springsteen y Susan Sarandon, sostienen que, gane quien gane, los neocon ya han perdido. Que esperen unos días. Si gana Bush, no será porque guste su política económica: se avalará una estrategia de seguridad global –eje de la campaña– que, según él viene repitiendo desde 2001, no ha hecho más que empezar. Se avalarán las acciones de anticipación y la decisión de dejar Irak sólo con una democracia en marcha y sin vuelta atrás. Se avalará un compromiso a largo plazo con la resolución a enfrentarse con cada uno de los estados canallas (no necesariamente a la vez).
 
Si gana Kerry, exigencias ineludibles de marketing político obligarán a su equipo a reforzar su flanco débil, el de la seguridad y el liderazgo, y combinará acciones en el exterior similares a las que viene protagonizando Bush con un discurso más firme y más claro si cabe que el de su antecesor acerca de lo que pueden esperar de él el terrorismo islamista y los países que lo protejan, financien o alienten. La razón es que su historial ofrece dudas; disiparlas será el objetivo prioritario. Por estas y otras razones, las posiciones estadounidenses que más molestan a la izquierda europea y a su derecha antiamericana no se moverán: ni retirada de Irak, ni abandono a su suerte de Israel, ni revisión del principio de anticipación bélica, ni tribunales internacionales. Ni tratado de Kioto.
 
Mis simpatías son para Bush, en especial desde que la izquierda radical que hoy gobierna España empezó a propiciar su ridiculización sistemática y su linchamiento simbólico. Esta mañana, sin ir más lejos, el director de un programa de la Ser se despedía llamándole "cocainómano" y lanzando un "yo te maldigo, Bush". Lo habitual. Pero simpatías aparte, es posible que liberales y conservadores españoles disfrutemos mucho más con un largo desquite moral si gana Kerry. Y con él su esposa, durísima republicana (cambió de partido hace un año) que describió al partido demócrata como "una máquina podrida" y que tiene sobre su cónyuge la ventaja de controlar la gran fortuna familiar, heredada de un anterior marido, "rey del ketchup" y senador republicano. Tendrá salsa la cosa.

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