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Juan Carlos Girauta

¿Nadie va a dar el paso?

El mensaje debe ser otro si no quieren encallar en la estéril indignación o en la melancolía: Mariano Rajoy y su equipo tienen que marcharse cuanto antes; con ellos es imposible salvar el proyecto; su continuidad aboca a una oposición de varios lustros

El PP ha dejado de ser el partido donde María San Gil puede trabajar y donde Ortega Lara puede militar. Esta constatación invalida a la actual dirección para seguir representando los valores y para seguir canalizando las inquietudes de sus votantes de marzo. Por eso muchos nombres importantes del partido han hecho pública la alarma que hasta ahora expresaban en privado.

En los próximos días, la gran familia popular navegará entre el silencio y la consternación. Silencio es lo que ofrecerá el "nuevo equipo" de Rajoy, cuya estrategia es tan transparente que sólo escapa a los ciegos voluntarios; silencio brindarán también cuantos políticos profesionales de la derecha, teniendo expectativas de promoción o de mantenimiento en un cargo del que no pueden prescindir, sean capaces de simular que no pasa nada cuando el carné del PP le quema en el bolsillo a Ortega Lara. En cuanto a los demás, palabras de consternación, estrecho léxico: San Gil y Ortega Lara como "referentes", "símbolos", "activos imprescindibles", etc.

Los consternados instan a Rajoy a "corregir el rumbo", a desplegar una política "integradora", una línea "en la que quepa todo el mundo", una estrategia que no eche por la borda aquellos "activos imprescindibles". Estarán llenos de buenas intenciones, pero se equivocan. Llamadas de este tipo no hacen sino prolongar, mientras se pierde un tiempo precioso, la agonía. No salvarán así al PP que conocíamos, el que merecía la pena apoyar contra viento y marea en los entornos más adversos.

El mensaje debe ser otro si no quieren encallar en la estéril indignación o en la melancolía: Mariano Rajoy y su equipo tienen que marcharse cuanto antes; con ellos es imposible salvar el proyecto; su continuidad aboca a una oposición de varios lustros mientras los planes de la izquierda y el nacionalismo –espacios políticos ya solapados– se materializan sin excepción.

Es urgente, por tanto, organizar una alternativa. No vale argüir falta de tiempo; la historia de la derecha española se está acelerando. Ya no queda casi nada de lo que valía la pena en ese partido cuya dirección de inanes ha encumbrado a Gallardón, siempre dispuesto a sacrificarse. Él se beneficiará de la crisis aplazada encabezando la candidatura de 2012... salvo que alguien dé ahora un paso adelante. Luego será demasiado tarde, y las mejores energías del PP alimentarán a UPyD o correrán por el desagüe de la abstención.

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