Insensato, el presidente de Chile ha dejado pasar la oportunidad de aplaudir a Rodríguez en San José por la tontería y por el capricho de negociar en la cumbre Asia-Pacífico un acuerdo de libre comercio con China, cuyo presidente, Hu Jintao, acaba de prometer inversiones en Iberoamérica por valor de cien mil millones de dólares. Ávido de dinero, Ricardo Lagos ha saltado de los libros de historia al no apoyar en persona la gran Alianza de Civilizaciones con la que Rodríguez está asombrando al mundo y a un amigo suyo que regenta una taberna en León.
Nuestra cumbre, la de verdad, podría empezar a ganar categoría si la ausencia de Fidel Castro se convierte en norma, lo que alteraría sustancialmente la percepción general del festejo, cuyas ediciones se almacenan en la memoria popular en forma de formalísimas fotografías de un grupo de señores importantes, en su mayoría desconocidos para el ciudadano español, que posan una vez al año con el Rey de España y con el tirano barbado o barbudo, verdadero centro de atención de los periodistas, que se divierten mucho con sus ocurrencias y se olvidan aun más de sus crímenes.
Sin un dictador que llevarse a la cámara, la prensa española se ha desmotivado, se ha venido abajo, y no hay manera de encontrar en las portadas imágenes del histórico encuentro de San José, y sí del de Santiago de Chile, donde Estados Unidos, Rusia, China, Japón y Corea del Sur hablan de cosas tan desfasadas como la amenaza nuclear. Nadie, ni los de Prisa, han entendido que el paradigma de la seguridad ha cambiado tras la intervención de Rodríguez en la ONU. Les ofrezco una idea gratis: ahora que vamos a condonar deuda a cambio de programas de educación, y teniendo ellos tanta mano (y tanta tradición) con el libro de texto, ¿por qué no mueven algún contacto a ver si por ahí sale una línea de negocio? Lo digo porque seguramente ni a Rodríguez ni a ellos se les habrá ocurrido.