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Juan Carlos Girauta

Pseudo dilema del Prisionero

Teóricamente, los socialistas van a salir ganando y los populares van a perder mucho. El PP ha jugado del peor modo posible. ¿O no?

La presencia de Aznar, Rodríguez o ambos ante la comisión de investigación del 11 M ha puesto a los dos grandes partidos en una tesitura que recuerda el "dilema del prisionero" en su variante simple, es decir, la que se juega una sola vez. En rigor no lo es, pues el prisionero exige que se tomen las decisiones simultáneamente y a ciegas, sin saber lo que está decidiendo o ha decidido el contrincante.
 
Pero se parece por la suma de dos circunstancias: primera, el PP podía dar por hecho que el PSOE no cooperaría, es decir, que exigiría la comparecencia de Aznar. No por convicción sino porque en la formación de sus decisiones participan otros actores (ERC) cuya postura no dejaba lugar a la duda; segunda, cualquier estratega solvente sabe que la mejor decisión en el prisionero simple es "no cooperar". Resumiendo, el PP ha podido subsumir desde el principio la situación en un juego del prisionero en el que el contrincante va a tomar seguramente su decisión más racional.
 
Estamos ante el modelo más popular de la teoría de juegos, rama de la matemática inseparable de la Universidad de Princeton y que se extendió al conjunto de las ciencias duras y de las ciencias sociales por su capacidad para modelizar racionalmente conflictos de intereses. Nació de ciertas reflexiones y pruebas llevados a cabo por Flood y Dresher, y Albert Tucker le introdujo el elemento narrativo de los detenidos, como sigue:
 
Dos hombres, acusados de infringir conjuntamente la ley, han sido confinados por la policía en habitaciones separadas. Se dice a cada uno que si se confiesa culpable, pero el otro no, él recibirá una recompensa y el segundo será castigado; si ambos confiesan, se castigará a los dos. Al mismo tiempo, cada uno tiene razones para creer que si ninguno confiesa, ambos quedarán libres.
 
Se ha llamado "cooperar" (con el otro jugador) a no confesar en el ejemplo de Tucker. Confesar será "desertar". La historia de los presos y sus penas no es lo importante. Lo que cuenta es que contiene el modelo de un conflicto de intereses enormemente extendido en la vida real, y que se rige por una ley de hierro: la mejor estrategia cuando se juega una sola vez es no cooperar (en nuestro caso, el PSOE debe llamar a Aznar, el PP debe reclamar a Rodríguez). Si uno lo hace y el otro no, el primero obtiene una ventaja. Si lo hacen los dos, ambos salen mal parados, pero menos que el mal parado del caso anterior.
 
Parece que en la vida real el PP no va a solicitar la comparecencia de Rodríguez y el PSOE sí la de Aznar. Teóricamente, los socialistas van a salir ganando y los populares van a perder mucho. El PP ha jugado del peor modo posible. ¿O no?
 
El modelo no es la realidad, salvo en el mapa de Borges que tiene el tamaño de lo descrito. Los modelos sólo incluyen los valores que les asignamos. En este caso, hemos dado por hecho que la comparecencia de Aznar es mala para el PP y la de Rodríguez es mala para el PSOE, la hipótesis más extendida en sus respectivos partidos. Si al final resulta que no es así, habrá que admitir que en el juego había valores ocultos, no previstos.
 
Con Aznar de por medio, no me extrañaría que este fuera el caso, que el juego de Tucker aquí no sirva de nada y que socialistas e independentistas acaben arrepintiéndose por haber ignorado u olvidado que Aznar posee ciertos valores de los que carece Rodríguez. Ningún modelo contiene la complejidad humana.

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