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Los halagos de un presentador de la televisión municipal de Barcelona a la notable actriz Montserrat Carulla podrían hacer creer a quien hubiera conectado en ese momento con BTV que se estaba glosando una de sus interpretaciones dramáticas. Quizás un corte de la legendaria “Surcos”, de mediados de los cincuenta, quizás un fragmento del culebrón más popular de TV3, “El cor de la ciutat”. Pero eso ya se había visto. Lo que se acababa de emitir eran unas declaraciones de la actriz ante la sede del PP de Cataluña, realizadas casi tres meses atrás. Exactamente en la madrugada del 13 al 14 de marzo. Y esto es lo que esta señora, plantada en la calle Urgel de Barcelona, decía (traduzco): “A ver si echamos de una vez a estos carniceros, responsables de la muerte de doscientas personas y de mil quinientos heridos”.
 
No era el exabrupto acalorado de un adolescente con ganas de jaleo, ni la consigna de un militante abanderado. Era la frase pausada, la acusación terrible, el juicio sumarísimo y el apremio civil que emitía una mujer con muchos años y muchas tablas. Y con un enorme ascendiente sobre los catalanes, familiarizados con su voz bien modulada y con su rostro entrañable. En su boca, la invitación y el aserto sonaban muy, pero que muy convincentes. “A ver si echamos de una vez a estos carniceros, responsables de la muerte de doscientas personas y de mil quinientos heridos”.
 
Reeditar las imágenes es una maldad de propagandista propia de la cadena del tripartito municipal. Haber pronunciado la frase es, a fin de cuentas, lo mismo que hicieron miles de personas durante muchas horas. Aunque lo de “carniceros” denota una clara conciencia del efecto de ciertas palabras, responde a un mayor conocimiento de la comunicación. La turbamulta no salía del “asesinos”, y curiosamente no se referían al personaje argentino-cubano que llevaban estampado en las camisetas ni al líder de la brigada de los mártires de Al Aqsa que sugerían sus kefiyas.
 
Los representantes políticos del PP no tuvieron tiempo de reaccionar con la campaña interrumpida, ni quisieron hacerlo, más allá de alguna denuncia ante la Junta Electoral, en la jornada de reflexión. Lo sorprendente es que, con el corazón encogido, casi diez millones de españoles les votaran. Mucha gente que ha tenido tiempo de respirar profundo, de pensar en lo que ocurrió, de comprobar una vez más quién manipula y quién miente. Y de constatar que no es precisamente su partido el que ha albergado asesinos, secuestradores y chantajistas, ni se ha abrazado a ellos, ni se ha beneficiado jamás de sus acciones. Están a punto de gritarlo con el único medio de expresión política que conocen: votando. ¿Europeas? ¿Qué europeas? Reparación moral.
 

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