Menú
Juan Carlos Girauta

¿Qué has hecho con mi idioma?

¿Qué es una posición casposa? ¿Qué Blanco se suba a la mesa de la ejecutiva y se frote la cabeza?

Ante ciertos disparates, me confieso incapaz de argumentar. El maltrato al idioma me desarma y me quedo tiritando, mudo, sobrecogido por las monstruosas posibilidades del pensamiento desorganizado. A Pepe, Pepiño o Pepito Blanco, por ejemplo, no lo puedo relacionar con la política. Ya sé que si hay un cargo que se pueda calificar de político en España, es el de secretario de Organización del PSOE. Nada menos. Un puesto como para que lo ocupe una buena persona.
 
A ver si me centro, porque sólo con pensar en Blanco me pongo a divagar. No consigo, decía, incluirlo en la categoría de los políticos a causa de su verbo. No es que los políticos en general hablen bien. Pero hay formas y formas de castigar los oídos, y algunas son tan sádicas que se te meten en el sistema límbico y te quedas un buen rato catatónico, mirando a Ferraz. Ya me tocó bastante las neuronas el magno estratega gallego con lo de las "posiciones casposas". No por sumarse al memorial de agravios con que el partido de las cincuenta checas de Madrid viene regalando a la Iglesia, sino porque esa coyunda semántica, ese violento ayuntamiento, debe haber sido urdido, tortura crudelísima, para quitarnos el sueño. Y me vi dando vueltas en la cama durante horas, horrible duermevela, mi cerebro lidiando su "conceto". ¿Qué es una posición casposa? ¿Qué Blanco se suba a la mesa de la ejecutiva y se frote la cabeza? Nieve artificial, Blanco nuclear. En el nadir de la pesadilla, Rodríguez se había convertido en un frasco gigante de champú anticaspa ZP11.
 
La segunda vejación semántica que nos ha infligido el comisario de los parias de la tierra demuestra que, amén de ser un arma cargada de futuro, la palabra puede ser una auténtica bomba fétida. "Caballo de discrepancias", ha expelido el pájaro. La palabra "batalla" le parecería políticamente incorrecta, bélica, pro-Bush, machista, o vaya usted a saber. Pues venga, y dale, nueva pesadilla (nightmare, la "yegua de la noche" de Borges, atravesada por un caballo de discrepancias). Y Morfeo bosquejando en mi fatigada testa polémicos equinos de humo fugazmente encabritados, troyanos mamotretos enfadados. Una auténtica neurosis provocada por tres palabras. Estoy negro con Blanco, que conoce los secretos de la programación mental. A yerro mata Blanco, que ni es rojo ni es nada, que sólo da en el blanco. Blanco es un arma de destrucción masiva de la lengua y de la lógica. Tratar de seguirle, de entenderle, es una temeridad que conduce al ansiolítico, a la náusea sartreana y al abismo que Octavio Paz descubrió entre las palabras y las cosas.
 
Cuando se ha galopado con Morfeo sobre un caballo de discrepancias ya nada es igual. La realidad, que creíamos estable, se llenará de espadas como ósculos, de castillos en el espacio aéreo, un hombre una papeleta, en abril aguas cien, cada maestrillo su edición de bolsillo, a la vejez sarampión y si te he visto no caigo. Quien no consigue culminar una frase sin darle una patada, no piensa bien. Piensa mal. Y acertarás.

En Sociedad

    0
    comentarios