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Juan Carlos Girauta

Rajoy vino a convencer y salió convencido

la cristalina transparencia del nuevo líder del PPC, sumada a las ideas expuestas por Rajoy en Barcelona –que anticipan los ejes de la campaña– y al júbilo de una militancia exultante, nos autorizan a la esperanza.

Con ser importante, el mensaje de Rajoy a la militancia del PPC no lo ha sido tanto como el que esa militancia le ha transmitido a su líder nacional. Difícilmente habrá presenciado don Mariano en los últimos años un espectáculo tan estimulante, una demostración de compromiso tan sincera y un acto de afirmación tan esperanzador.

Las consecuencias de esta alquimia venturosa (la alquimia Sirera), que ha transformado una vulgar crisis en oro electoral, serán mucho mayores de lo que ahora se vislumbra. De Cataluña salen en potencia más de cinco millones de votos y la séptima parte de los escaños del Congreso. A la felizmente superada hibernación del PPC se sumaba un problema de todos los partidos: la altísima, intolerable tasa de abstención, reflejo del paulatino desapego de la ciudadanía.

Del hartazgo es responsable una clase política entregada a apasionados debates... sin conexión con la vida real. La fatal frivolidad del establishment catalán ha sido reconocida incluso por dos de sus impulsores principales: si hace poco Pasqual Maragall calificaba de error el nuevo estatuto, ahora se acaba de sumar a la reflexión Jordi Pujol. Sin mando en plaza se vuelven más sensatos. O más sinceros.

¿Y por qué no seguir con la alquimia Sirera? ¿Por qué no aspirar a convertir este paisaje desolador en una oportunidad de oro? Cataluña (la Cataluña de verdad, es decir, los siete millones de engañados, intervenidos y desatendidos ciudadanos) está esperando que alguien le hable con sinceridad. Alguien de fiar. La cristalina transparencia del nuevo líder del PPC, sumada a las ideas expuestas por Rajoy en Barcelona –que anticipan los ejes de la campaña– y al júbilo de una militancia exultante, nos autorizan a la esperanza.

Destaco uno de los puntos subrayados por Rajoy. Da de lleno en una diana que los analistas llamarían "transversal": "Se me podrá acusar de muchas cosas, pero no de no tener palabra". Lo dijo hablando de infraestructuras, y metió el dedo en la llaga. Tras las repetidas mentiras de Rodríguez, del tripartito y de Mas, la certeza de que los compromisos se cumplen, la "palabra", empieza a ser la virtud más valorada por estos pagos.

La generación de esperanzas colectivas es siempre un misterio. La alquimia Sirera, sumada a la promesa (¡creíble!) de una mejora de las infraestructuras, una ordenación racional de la inmigración, la defensa del bilingüismo, la reducción de unos impuestos y la eliminación de otros, más la renuncia a guiños identitarios impostados y otras concesiones a la demagogia... tienen todo el aspecto de formar parte de la fórmula.

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