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Juan Carlos Girauta

Traidor, decían

Decían que era un traidor. Decían que carecía de cultura. Decían que era un traje vacío. Pero fue el patriota que sabe cuándo los tiempos han llegado.

Decían que era un traidor. Decían que carecía de cultura. Decían que era un traje vacío. Pero fue el patriota que sabe cuándo los tiempos han llegado.

Bien parece que con su muerte física le vamos a hacer justicia de una vez. Luego dejaremos a Suárez en el olvido de los libros como él nos dejó a nosotros en el olvido de la enfermedad. No recordaba haber presidido el gobierno de España. En una variante de escalofrío que da mucho juego, Manuel Azaña no recordaba en Montauban, tras el infarto cerebral que le provocó la detención de su amigo Cipriano Rivas Cherif, el nombre del país que había presidido. Azaña olvida el nombre España; Suárez olvida su cargo.

Olvida y olvida. Que un día el Rey había pensado en él; que habían mediado benefactores, a cuya lista están a punto de sumarse hasta el primo del ordenanza que le vio coger la Castellana aquel verano de 1976: "Yo le abrí las puertas a Suárez". Pero lo irrepetible, lo proverbial, lo que hacía de aquel joven algo diferente es que todos comprendimos al instante, tras su primera intervención televisiva al sustituir a Arias Navarro, que no podía ser el muñeco de ninguna componenda. No, diciendo lo que decía. No, diciéndolo como lo decía. Que iba en serio y que, seguramente por eso, no iba a durar. Lo poco que duró (cinco años, frente a los catorce de González, los ocho de Aznar, los siete largos de Zapatero) bastaron para desviar felizmente el curso de la historia de España, sacarla de las fatalidades azañistas, de las miopías de una oposición fugazmente sensata, de los abismos por donde nuestras esperanzas nacionales llevaban casi doscientos años cayendo una y otra vez.

Decían que era un traidor. Decían que carecía de cultura. Decían que era un traje vacío. Pero fue el patriota que sabe cuándo los tiempos han llegado. Pero le oímos hablar hoy en documentales y da sopas con honda a los políticos presentes. Pero dentro del traje había un hombre que se quedó firme frente a los disparos del 23-F. Vacíos estarían el resto de trajes, que se vinieron abajo. En la Gloria esté.

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