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Juan Manuel Rodríguez

15.459.705 japoneses no pueden equivocarse

No me inquieta que algunas personas se aburran con el fútbol (hay ocasiones en las que yo mismo me caigo de sueño viendo determinados partidos); nunca he ejercido como militante y creo que hay un tiempo para el deporte, la lectura, el cine o la tertulia. El otro día leía una entrevista con José Luis de Vilallonga en la que afirmaba que él se aburría mortalmente con el fútbol, que no lo entendía. No pasa nada. El día que al fin pude ver la sofisticada "Desayuno con diamantes" yo tampoco comprendí a qué se debía su presencia en aquella película, entre Audrey Hepburn y George Peppard. Creo recordar que era un millonario mexicano o venezolano, sudamericano en cualquier caso y -eso sí- inmaculadamente vestido para la ocasión. Saqué la conclusión, quizás equivocada, de que don José Luis pasaba por allí y Blake Edwards le cogió a lazo porque quedaba bien con los tonos pastel y la música de Mancini. Me gustaría poder hacer lo mismo (cogerle a lazo) y llevarle un día al fútbol. El podría explicarme cómo era la señora Hepburn, y yo trataría de transmitirle lo edificante que resultó aquel gol que Nayim le metió al Arsenal en el 95. Puro intercambio de información.

El "veneno" del fútbol -ese mismo que ha vuelto loca a doña Teresa Rivero que hasta hace dos días preguntaba quién era penalti- ha llegado incluso al Imperio del Sol Naciente. Los japoneses se han lanzado a organizar el Mundial-2002 (seguro que saldrá perfecto) y la respuesta popular está siendo espectacular. Según los datos que maneja el Comité Organizador, en la primera etapa de venta de entradas se han recibido 15.459.705 peticiones -japonés arriba, japonés abajo- cuando sólo tienen reserva para 220.000 personas que residan allí. Eso quiere decir que habría 73 peticiones para cada uno de los asientos que van a albergar el Campeonato. Curiosamente, el mayor número de peticiones no se ha producido para la final, sino para el partido de cuartos de final que se disputará en Osaka (291 peticiones por asiento). Sencillamente impresionante.

Desconozco qué otra actividad humana podría calar tanto como el fútbol y hacerlo en tan poco tiempo; si el caso japonés resulta especialmente llamativo es precisamente porque allí no existía ninguna tradición al respecto. En menos de diez años, los jugadores ya son ídolos y cuando vienen a Europa arrastran más periodistas que el Real Madrid o el Barcelona; en ese período de tiempo han formado una Liga cuyos adeptos crecen más cada día. A lo mejor es que el fútbol no hay que entenderlo sino sentirlo. Puede que José Luis de Vilallonga tenga que seguir el ejemplo japonés. Más corazón -como el que puso Nayim en aquella inolvidable final de la Recopa de Europa- y menos cabeza. Porque si nos paramos a pensarlo detenidamente: ¿a que no era posible meter el balón por dónde él lo hizo?

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