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Juan Manuel Rodríguez

A Benítez le persigue Bielbog

Tengo un amigo que cuando pierde un partido de tenis siempre le echa la culpa a Eolo. "¡Eolo la tiene tomada conmigo!", protesta mi amigo, "¡porque sabe que soy un jugador extremadamente técnico!" Mitología y cachondeo al margen, yo creo que le pasa algo muy similar a Rafa Benítez, entrenador del Valencia, quien, cuando no tiene que "hacer el doble para conseguir lo mismo", resulta que se topa de bruces con el doble rasero arbitral, la inoperancia del consejo de administración que no le ficha lo que él necesita, las bajas, la mala forma física de sus futbolistas, el frío, la nieve, el calor o el mismísimo Eolo, el dios de los vientos que impedía a mi amigo desplegar sobre la pista toda su sapiencia tenística y emplear con tino esa prodigiosa "muñeca Santana" de la que tanto solía presumir. A Rafa Benítez habrá que conocerle a partir de ahora como "Mister Excusas" porque siempre se fabrica una a medida.
 
La derrota de Montjuich es de las que escuecen porque, más allá de lo que hagan Real Madrid o Deportivo, el Valencia jugaba contra el Español, un equipo que se ha tirado en la "UVI de la Liga" más de un tercio del campeonato. Quién sabe si conociendo ya a Benítez y anticipándose a él, el entrenador francés Luis Fernández —un técnico con coraje que aceptó la misión imposible de sacar al Español adelante— ha dicho en la rueda de prensa: "¡Ahora dirán que ha sido por la nieve!" Y efectivamente esa ha sido la excusa que ha puesto "Mister Excusas", la de la copiosa nieve que cayó en Barcelona, quién sabe si persiguiendo a Benítez por esos campos de España.
 
Creo que Rafa Benítez se ha convertido en un entrenador jeremías, displicente y luctuoso. Y ese continuo gemiqueo ha terminado inevitablemente por contagiarse al vestuario. En Montjuich, ante el penúltimo de la Liga, lo que demostró el Valencia es que tiene la mandíbula de cristal. Es muy pronto para decir si el equipo de Benítez ha perdido ya el campeonato, pero si es verdad aquello que decían sobre que un equipo de fútbol es un estado de ánimo, el del Valencia tiene que ser por fuerza el de su entrenador, un estado anímico cojijoso, querelloso y lamentador. A Rafa siempre le quedará París y, dentro de treinta años, podrá contarles a sus nietos que hace mucho tiempo él perdió una Liga por el fallo de un árbitro —Tristante Oliva— en un partido contra el Real Madrid. Y ellos se lo creerán, ¡angelitos!... ¿O será verdad que a Benítez le persigue Beilbog, el dios escandinavo de la nieve?... Por cierto que mi amigo también perdía cuando siquiera soplaba una brizna de aire, pero entonces eran los rayos del sol, un inoportuno esguince de tobillo o la digestión de la noche anterior. 

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