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Juan Manuel Rodríguez

Anelka: destino, la tierra

Cuando uno no hace personalmente su compra deja de ser una personal normal. Saber exactamente en qué estantería se encuentra el "Fairy Ultra", o cómo cerrar la bolsita isotérmica de los congelados, ayuda mucho: resulta una magnífica terapia. Aprender a distinguir los yogures normales de los que tienen trocitos de frutas o, sin ir más lejos, saber diferenciar la leche desnatada con vitaminas A y D de aquella que –en un plus– añade calcio es un ejercicio de agudeza imprescindible en la vida moderna. Otro más sería aparcar tu propio coche; cuando dejas de conducir tú mismo y no tienes que dar vueltas y más vueltas, girando como una peonza, buscando ese sitio en el que al final sólo cabe el maldito y minúsculo "Smart", dejas de ser persona. Y si lo eres, no tienes ningún contacto con la realidad. Creo que eso es precisamente lo que le ha ocurrido a Nicolás Anelka, el "futbolista virtual": ha desaparecido, parapetado tras su hermano Didier y la "Play Station". Cualquier día le veremos aparecer peleando con Lara Croft en "Tomb Rider", otra entelequia, otro truco.

Durante su estancia en España nadie consiguió hablar con Anelka. Cuando estaba con su hermano era él quien contestaba a los periodistas. Si le encontrabas a solas siempre echaba mano de su teléfono móvil y gesticulaba como si estuviera hablando con alguien. Mentira. Eso, cuando no iba tarareando alguna canción con los famosos "casquitos" puestos, con la capucha del chandall calada hasta las cejas. Un desastre. Otro Michael Jackson. El caso es que luego, sobre el campo, Anelka tampoco demostró nada, continuó siendo un "futbolista virtual". Y ahora me entero de que, tras un año aciago en el Paris Saint Germain (¿pero no quería jugar en casa?), ha hecho unas declaraciones en las que acusa a los guiñoles franceses de sus males deportivos.

Nicolás Anelka es insultantemente joven y posee unas cualidades físicas envidiables. Lo tiene todo para triunfar pero, sin haber pegado aún una patada a un bote, su entorno le trata como una "mega-estrella". Va dando tumbos en operaciones de seis mil millones de pesetas (de Francia a España, para volver a Francia y quién sabe si ahora camino de Italia) que sólo llenan los bolsillos del comisionista de turno. ¿Y de fútbol qué? ¿Cuando hablamos de fútbol? El otro día, un compañero me comentó que tuvo su experiencia profesional más amarga cuando, tras el cese de John Toshack, trató de recabar la opinión de este jugador. No entendía nada o no quería entenderlo, se limitaba a mascullar un "¿eh? ¿eh? ¿eh?" infinito y tedioso. Aquel diálogo de besugos lo cortó Didier.

A la espera de que Anelka descienda lentamente al planeta tierra, recuerdo una frase del futbolista más pillo entre los pillos. Alfredo di Stéfano dijo un día: "si uno es tonto fuera del campo lo será también dentro. Yo quiero conmigo a jugadores listos, aunque sean peores técnicamente". ¿Lo has oído ahí arriba, Nicolás?

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