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Juan Manuel Rodríguez

Año VII después de Indurain

Entre los años 1991 y 1995 el Tour de Francia supuso para todos los españoles una suerte de reafirmación nacional y patriótica, un reivindicativo "¡ya estamos aquí!" dirigido a nuestros vecinos los gabachos. Y es que desde que Napoleón Bonaparte tuvo la ocurrencia de invadirnos (por qué y gracias a quién, consultar con el profesor César Vidal) a los franceses no les pasamos ni una. Hacemos chistes a su costa -supongo que será un "efecto boomerang" de ida y vuelta, y que ellos también se burlarán de nosotros- y disfrutamos cuando las cosas les salen mal; no hay más que recordar la desastrosa inauguración del estadio de Saint Dennis, y lo bien que nos lo pasamos todavía recordándolo. Esos cinco años mágicos a los que me refería anteriormente significaron un pildorazo de "chauvinismo". ¿Así que se inventan el Tour para que lo gane un francés y se lo lleva siempre un español? ¡Oh la la!...

Miguel Indurain impuso entonces una "dictablanda" en la carrera por etapas más importante del mundo. Todos éramos él, todos pedaleábamos con aquel navarro único e irrepetible que parecía tener un motorcito camuflado tras su "coulotte". Cuando Laurent Fignon, tan super-clase como antipático, dijo aquello de "oí silbar una bicicleta detrás mío y era Miguel; no pude hacer nada para seguir su rueda", todos descansamos tranquilos. Aquello era "demasié". Aquel tiparrajo se las traía tiesas con medio mundo y escupía a las cámaras de televisión, pero sin embargo rendía pleitesía al mejor. Y el mejor era nuestro, hablaba nuestro idioma y era un tipo muy normal, uno del pueblo. ¿Se podía pedir más?

Ahora empieza en el Tour el año VII después de Miguel Indurain, considerado ya como uno de los cuatro mejores ciclistas de todos los tiempos. Tras su marcha no quedó muy claro si sería el alemán Ullrich o el estadounidense Armstrong quienes cogerían el testigo. El primero ha perdido fuelle y es el segundo quien, ya sea por su fuerte personalidad o por el mérito añadido que tiene el correr tras superar un cáncer de testículos, ha absorbido el panorama ciclista internacional. El mejor corredor del momento actual vuelve a aparecer en el punto de mira de todos. Belda le acusa de tener que tomar testosterona por "carecer de pelotas", y Manolo Saiz dice que no tiene ni punto de comparación con el navarro. A este último el americano le responde que "quema a sus ciclistas" y que "nunca ha sido capaz de demostrar nada en una gran carrera por etapas". Armstrong no es Indurain fuera, pero dentro se le parece mucho. Fue bonito mientras duró. Siempre nos quedará Miguel.

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