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Charles Maurice de Talleyrand, Príncipe de Benévent, estaría muy orgulloso de lo que, casi dos siglos después de su fallecimiento, inventaron sus compatriotas de "France Football" con el famoso "Balón de Oro". El, que fue capaz de ser Ministro de Exteriores de Napoleón para, más tarde, ofrecerle la cabeza del Emperador a Luis XVIII quien, dicho sea de paso, volvió a nombrarle para el mismo cargo, sería muy feliz con el invento más ladino de la historia del fútbol. En un mundillo tan enrevesadamente diplomático, la entrega simbólica de una escultura en forma de pelota dorada consigue hacer aflorar los peores, y reales, sentimientos de todo el mundo. El balón vale sólo su precio en prestigio y eso, para individuos que ya ganan miles de millones, es lo único realmente importante.

Hasta conocerse la lista de cincuenta candidatos, todo el mundo ha tratado de mantener esa sonrisa forzada de "no-me-importa-si-no-lo-gano-seguiré-siendo-muy-feliz"; pero al darse el pistoletazo de salida, los balones se han convertido en balonazos al bajo vientre, pelotazos teledirigidos a miles de kilómetros con la peor intención del mundo. Lo que sucede en realidad es que, de forma sibilina, los jugadores de fútbol aprovechan la entrega del premio para solucionar sus viejas rencillas. Los demás miramos y aplaudimos. Lo dicho, Talleyrand disfrutaría como un enano francés del siglo XXI.

Luis Figo, que tiene una cuenta pendiente con Beckham desde que el inglés le infravalorara, dice que el jugador del Manchester "no es lo suficientemente bueno" para ganar. El portugués, que una semana antes de fichar por el Real Madrid aseguró en el diario "Sport" que se presentaría con el Barcelona, riza el rizo al señalar a Giggs como el mejor candidato del fútbol británico. Capello, que quiere darle caña a Totti, apuesta por Raúl para generar celos en el italiano; y Totti, que aseguran que es el único que puede hacerle sombra a Raúl, le quita la razón a su entrenador y apuesta por Figo. Steve Mc Manaman, del Liverpool de toda la vida, se lo daría a su compañero Raúl (tiene que sobrevivir en el vestuario unos cuantos meses más) en detrimento de su buen amigo Owen, un pedazo de futbolista.

Tarde o temprano, Raúl González Blanco sucederá a Luis Suárez como único "balón de oro" genuinamente español. Pero ¿imaginan que no lo ganara ahora el madridista, cuando todo parece predispuesto para ello? Seguro que, por si fuera ese el caso, "el siete" ensaya delante del espejo esa sonrisa "seguiré-siendo-muy-feliz". Pero menuda procesión.

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