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El excéntrico seleccionador brasileño ha iniciado una guerra psicológica contra Chilavert. "¡Disparen contra el gordo!", aseguran que dijo a sus futbolistas para motivarles, "¡tiene 400 kilos de grasa!". Por lo que se ve, Scolari ha pinchado en hueso porque el portero de Paraguay le ha respondido con toda la sorna del mundo: "Se equivoca, estoy en mi peso de siempre: 250 kilos y ni un gramo más". La situación por la que atraviesa la selección de Brasil hace comprensible la escalada verbal de su entrenador. La conclusión que sacarán los jugadores canarinhos será la siguiente: "si no le metemos un gol a esa bola de grasa podemos darnos por perdidos"; lo que sucede es que la iniciativa de Scolari amenaza con convertirse en un virus contagioso.

¿Se acuerdan de David Ginola? El futbolista francés (¡menudo jugadorazo!) ha recibido un tantarantán por parte de John Gregoy, manager general de su actual equipo, el Aston Villa. Han venido a decirle que o adelgaza rápidamente o le echarán con cajas destempladas; Ginola no se ha cruzado de brazos y amenaza con acudir a la Asociación de Futbolistas de Inglaterra que preside Gordon Taylor. Hace tiempo ocurrió algo semejante en la Liga española; el Murcia exigió a cuatro de sus futbolistas que bajaran rápidamente de peso o tomaría contra ellos medidas disciplinarias.
Resulta curioso, pero algunos de los mejores jugadores de toda la historia estuvieron enfrentados con la báscula toda su vida. El mejor ejemplo lo constituye Diego Maradona, pero el argentino no fue el único: desde Romario hasta Ferenc Puskas (el húngaro llegó al Real Madrid con diez kilos de más, lo que no le impidió tener siempre a punto su "cañoncito pum"), los futbolistas más brillantes técnicamente hablando han tenido siempre una peligrosa tendencia a engordar. En el fútbol actual, esa es una auténtica lacra porque la moda gira alrededor del "correcaminos", largo como un día sin pan, fuerte, atlético y sobre todo disciplinado, que no se salga de su zona. Un lujo, vamos.

Cuando jugábamos de pequeños al fútbol y elegíamos equipo con los pies (aquella historia del "oro, plata, oro, plata"... ¿ustedes no jugaban así?) al gordo le escogían el último y sólo jugaba –de portero, sólo faltaría– salvo que el balón fuera de su propiedad. Por eso, yo me solidarizo con ellos. El futuro es suyo/nuestro. Son malos tiempos para la lírica porque lo que se lleva ahora es el "corre, corre, que te pillo". En cualquiera de los casos, y si Maradona, Romario, Chilavert y Ginola continúan cogiendo kilos, siempre tendrán la posibilidad de que el colombiano Botero les elija como protagonistas de su próxima escultura. ¿A que a Iván Campo no le sucederá nunca eso?

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