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Sabedor de la trifulca que se estaba montando en España debido a su fichaje, David Beckham, que si es el dominador absoluto del marketing deportivo a nivel mundial deberá tener también muy buenos asesores a su disposición, ha querido pedir perdón desde Japón a la plantilla madridista. El inglés sabe que no es lo mismo ser presentado el 2 de julio con el baldón de haber sido la manzana de la discordia que le hizo perder la Liga al Real que hacerlo como el nuevo "crack" del equipo campeón de Liga. Beckham ha ido más allá y tras ser preguntado por el número que le gustaría llevar en la camiseta ha aprovechado para decir de corrido que él es consciente de que Raúl es el "rey del Madrid". "El siete es suyo". Todo un detalle por parte de quien parece ser, además de un extraordinario futbolista, un vendedor nato, un hombre de negocios. Y precisamente por eso sabe también que tarde o temprano le llegará su oportunidad.

El estudiado vasallaje del inglés hacia Raúl supone un guiño al vestuario merengue, algo así como un "eh chicos, yo no he venido aquí para daros problemas, sólo quiero jugar al fútbol y ya sé incluso pedir la cuenta en español". Beckham no será otro Anelka, ni mucho menos un Esnaider. Porque David es el chico de Vodafone y Pepsi y tiene que ofrecer una imagen modélica. En realidad está matando dos pájaros de un tiro, no vaya a ser que le pase lo que a Schuster en el Barcelona. "Muchachos, amigos, compañeros", viene a decir Beckham, "yo soy como Steve (Mc Manaman), preguntadle a él por mí si queréis".

Si las cantidades económicas que se han hecho públicas son ciertas será también verdad que el futbolista ha mostrado un interés muy especial por jugar en el Real Madrid. Ya sucedió con Ronaldo; el brasileño rebajó su "caché" para cumplir un sueño. El mayor éxito de Florentino Pérez es que ha invertido la tendencia que hizo más grande aún al Barcelona. Entonces los azulgrana fichaban a Maradona, Schuster, Lineker, Romario o Stoichkov porque aquellos futbolistas prodigiosos sabían que en aquel equipo jugarían al fútbol. Ahora se rinden ante F.P. como Beckham lo ha hecho descaradamente ante Raúl. Mientras que a Florentino no hacen más que decirle "sí", al pobre Joan Laporta le machacan con un "no" tras otro. Esa de volver a cambiar la tendencia será la gran asignatura pendiente que tendrá que aprobar el nuevo presidente culé en sus próximos cuatro años de mandato.


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