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En "La Linterna" de la Cadena Cope, Juan Fierro cuenta que --"noticia de última hora"-- Paul Gaston ha vendido a un grupo privado de inversionistas la franquicia de los Boston Celtics por 360 millones de euros. Si existe un "equipo bandera" en la NBA, probablemente junto a Los Angeles Lakers y Chicago Bulls, ese sea el de Boston. Sucede que desde 1986 no ganan el anillo, y desde el 87 no alcanzan ni siquiera la gran final. La etapa más brillante del "equipo de los irlandeses" se remonta a la década de los años sesenta (ocho campeonatos consecutivos entre 1959 y 1966), un dechado de perfección que no volvió a repetirse hasta la temporada 1983-1984... ¿Bajo la égida de quién?... Federico Jiménez Losantos recuerda entonces al gran Larry Bird, un jugador de características irrepetibles y que protagonizó la segunda etapa dorada de los Celtics.

Ya no hay jugadores míticos como aquel, o probablemente lo convirtiera en mítico mi imaginación, no lo sé. Las imagenes de la NBA llegaban con cuentagotas a España, y a los aficionados al baloncesto nos hablaban de aquel jugador que medía ¡dos metros y cinco centímetros! y no se cansaba de "enchufarla" desde 6,25. Jugaba de alero, pero había otro --Magic Johnson-- que, midiendo lo mismo se permitía el lujo de hacerlo en la posición del base. Sólo un deportista mitológico (en el sentido literal de la palabra "mitología": "historia de los dioses y héroes fabulosos") puede hacer lo que Bird hizo en el concurso de triples de 1986; justo después de lanzar el balón en su último tiro se giró y, dejando a sus espaldas la canasta, se dirigió a la banda diciendo "soy el rey, soy el rey". El balón, claro, entró limpio. Su gesto me recordó mucho aquellos otros que nos relatara Constantino Falcón, mi profesor de griego, y que tenían como protagonistas a Aquiles, Afrodita, Cirse o Dioniso.

Bird era en realidad como Apolo, aunque su padre no fuera Zeus sino Claude, quien, atormentado por las deudas y el alcohol, se suicidara cuando Larry era un chaval. Aquello le decidió a marcharse a la universidad de Indiana. Bird se hizo famoso por su poco ortodoxa mecánica de tiro, por su altura, por la rapidez endiablada en el pase y, según dicen quienes jugaron contra él, porque anunciaba a sus rivales cual iba a ser su próximo movimiento ("ahora te voy a hacer un reverso"... "ahora voy a dar un paso hacia atrás y voy a meter un triple"). En fin, un mito. Ya no quedan jugadores así. Ya no hay más Julius Erving, Isiah Thomas o Joe Dumars. Ya no quedan héroes en esta NBA, y por eso siguen exprimiendo a Michael Jordan, el último dios de la canasta.

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