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Juan Manuel Rodríguez

Buenas tardes a la Liga de aquí abajo

Tras sufrir una hemiplejía, el escritor francés Valéry Larbaud quedó sumido en un larguísimo y profundo silencio que, al cabo de un tiempo, rompió al pronunciar una misteriosa frase que, por cierto, da título a la última novela del portugués Antonio Lobo Antunes: "buenas tardes a las cosas de aquí abajo"... ¿Qué quería decir Larbaud con aquellas misteriosas palabras? ¿O no quería decir absolutamente nada?... Si saludaba a "las cosas de aquí abajo" es que él había estado arriba, pero ¿dónde exactamente?... Si aquello tenía algún sentido era porque, aunque en silencio y enfermo, Valéry había estado consciente en todo momento, subido en una nube y mirándolo todo y a todos desde allí arriba. Pero aquello quizás no tuviera ningún sentido y estemos dando vueltas alrededor de la frase inconexa de un hombre que acababa de despertar de un largo sueño, quién sabe.
 
Es algo parecido a lo que ahora le pasa al Real Madrid. Aunque habrá que esperar hasta final de temporada y dictaminar entonces qué mal (la carencia de un banquillo en condiciones, un entrenador sin capacidad de reacción, la soberbia de los "galácticos") aquejó al equipo en este "marzo negro", lo cierto es que el Real saluda, como hizo Larbaud, a "la Liga de aquí abajo". Me atrevería a decir que más que saludar lo que han hecho los madridistas es tropezarse con el campeonato real, darse violentamente de bruces contra la Liga cuando Florentino Pérez agarraba ya de un asa la Copa del Rey y únicamente pensaba en las semifinales de la Champions League (saltándose el trámite del Mónaco) contra el Arsenal inglés. No parece que finalmente vayan a sacar a hombros al preparador físico Valter Di Salvo por la puerta "0" del estadio Santiago Bernabéu, y da la impresión de que en lo último que piensa Jorge Valdano es en hacerle un monumento al recomendado de Luis Figo, el señor Carlos Queiroz.
 
El Real Madrid tiene un grave problema con su defensa. El equipo ha encajado ocho goles en los últimos tres partidos, y el Zaragoza —decimoquinto de la Liga cuando esto escribo— ha logrado él solito la mitad de ellos. El Real Madrid es vulnerable y, aunque en San Mamés tiró de orgullo, a la mayoría de sus futbolistas no les responden las piernas ni tampoco la cabeza. Decía Queiroz antes del partido contra el Athletic que "alguien tendría que pagar los platos rotos de la final de Copa"; y todo hace indicar que la cuenta se la pasarán a él cuando concluya la temporada. Poncio, Cuartero, Movilla y compañía han tenido la virtud de sacar bruscamente a las estrellas merengues de su ensimismamiento liguero. "Buenas tardes a la Liga de aquí abajo". Y ahora viene la Copa de Europa. Llega el Mónaco. Regresa Morientes. ¿Otro shock?

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