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Me acuso de sufrir accesos de mitomanía. Leves pero crónicos, incurables. Tranquilos que no son contagiosos. Quiero decir que para mí pasaron ya los días de los posters o las fotografías en la carpeta, aunque sigo descubriéndome ante las habilidades de los demás: la que tiene Michael Johnson para galopar por la pista, o la que poseía Miguel Indurain con una bicicleta (anunció magdalenas y se acabó lo que se daba). Entenderán por tanto que presuma de tener un amigo que un día le recogió las pértigas a Sergey Bubka; tras la liturgia del salto el bueno de Ignacio Romo -un médico magnífico, y un loco del atletismo- estuvo cerca del pertiguista más grande que haya dado la historia del deporte. La presunción viene al caso porque el ucraniano ha anunciado su retirada definitiva. Dejará de volar en Donetz, su casa.

Bubka ha sido durante más de quince años la gran estrella de las reuniones atléticas. Su "caché" iba en aumento dependiendo de lo que fuera capaz de saltar; andaba tan sobrado que durante un tiempo fue conocido (y acusado) como "mister centímetro". Decían que se reservaba, y que pulverizaba sus marcas con parsimonia controlada para mantener en vilo a los aficionados. Podría ser cierto, para qué nos vamos a engañar.

Y pese a todo, Bubka ha sido uno de los cinco grandes atletas que nos dejó el siglo XX. No lo digo yo, sino sus registros: 35 records del mundo, seis veces campeón mundial -desde Helsinki hasta Atenas- y campeón en los Juegos Olímpicos de Seúl. El año 1993 fue muy especial para él porque estableció dos marcas que van a durar mucho tiempo. Logró saltar 6'14 al aire libre, y 6'15 en pista cubierta. Aquellos que le acusaban de ser cicatero no tardarán en darse cuenta de la importancia que tiene un centímetro arriba o abajo cuando uno se encuentra en las alturas.

Consciente de todo ello, y seguramente en uno de sus últimos servicios para el Comité Olímpico Internacional, Juan Antonio Samaranch ha decidido incorporarle al máximo organismo del deporte mundial (también a Manuel Estiarte, de quien hablaremos algún día de estos) para que siga trabajando, aunque ahora sin las pértigas. Una buena adquisición que irá abriéndose camino por los despachos centímetro a centímetro.

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