El lunes hablé con Vicente del Bosque en "El Tirachinas" de Madrid, en la Cadena Cope. Charlé con él a propósito del Barcelona-Real Madrid del sábado anterior y me llamó la atención el hecho de que siguiera negándose a comentar públicamente las diferencias tácticas que él observara (si es que realmente percibía alguna) entre el equipo que él dirigía y el que entrena ahora Carlos Queiroz. Me extrañó porque, si Del Bosque quiere seguir guerreando contra Florentino Pérez o Jorge Valdano, me parece que tendría que ser con el "escudo táctico" por medio. ¿Qué diferencias hay entre aquel equipo y éste? ¿Hay alguna? ¿Cuales son? ¿Qué distancia los entrenamientos que ponía en práctica Del Bosque de los que protagoniza Queiroz? ¿Por qué es moderno el portugués y estaba anticuado el español? Sin embargo Vicente me respondió lo siguiente: "Cualquier cosa que yo dijera sería mal interpretada". Correcto.
Eso sucedía el lunes, pero el martes –no habían pasado veinticuatro horas– Del Bosque volvía a la carga contra los "actuales dirigentes del Real Madrid". Y Vicente se equivoca, le fallan sus "consejeros áulicos" si es que lo tiene. O quizá sea autodidacta. Su adiós del club se produjo (no soy dudoso en ese aspecto) de una forma injusta. Simplemente Del Bosque no se merecía el trato que le dieron, pero siete meses después de que aconteciera todo aquello Vicente del Bosque corre el serio peligro de convertirse en un "hombre-anuncio", una especie de Búfalo Bill paseando a su viejo "Toro Sentado" por todos los espectáculos del mundo. O una suerte de Jake la Motta, contando malos chistes y anécdotas pasadas de rosca. Y eso me daría mucha pena porque aprecio al señor Del Bosque.