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El diario barcelonista Sport titula su portada del martes con un espectacular y fantasioso No da miedo, bajo una fotografía del delantero madridista Ronaldo. Es una declaración de intenciones carente de fe, un brindis periodístico al sol que lo único que hace es medir justamente eso, el miedo que el Fútbol Club Barcelona le pueda tener a este Real Madrid. Es inevitable que, a partir de ahora, estemos todos pendientes de las endebles rodillas de Ronaldo, y que hoy haya sido noticia la contractura muscular que sufre el brasileño por motivo del estrés. Habrá incluso quien desee íntimamente que el ex-"9", ahora reconvertido en "11" por mor del contrato de Morientes, se rompa en mil pedazos, pero lo cierto es que Ronaldo ha empezado ya a marcar goles a pares con la camiseta del Real Madrid. Ayer, sin ir más lejos, se vendieron cuatrocientas camisetas suyas en sólo una hora; cuatrocientas camisetas como cuatrocientos golpes al bajo vientre de Joan Gaspart, el peor presidente de la historia reciente del barcelonismo.

A los seis meses de que Florentino Pérez accediera a la presidencia, el Real Madrid era designado por la FIFA como el mejor club del siglo XX. Sin embargo F.P. –a quien, créanme, no le tengo la más mínima simpatía personal– heredaba un club arruinado y con la imagen por los suelos. No es sólo que el club sea hoy, dos años después, el segundo más rico del mundo, ni tampoco que al Madrid vengan indudablemente los mejores futbolistas del planeta. El mayor éxito del señor Pérez es, desde mi punto de vista, el psicológico, y la mejor campaña publicitaria que nadie pueda diseñar es el deseo cuasi infantil de Ronaldo por habitar el mismo vestuario que Zidane, Figo, Raúl o Roberto Carlos. F.P. ya ha hecho bandera pública de ese deseo, sabedor de que en el Barcelona sólo aguantó un año, al reconocer los esfuerzos del jugador para venir a Madrid.

Ronaldo no dará miedo, pero el sábado por la noche, con el plazo de inscripción de nuevos futbolistas para la Champions League expirando, Gaspart trató de parar el golpe renunciando al fichaje de Morientes. Cuentan que Florentino se había apostado poco antes una cena en París con todos los presentes en la negociación a que el Barcelona no fichaba al "moro". Tuvo razón, y puso en funcionamiento el "plan B", que F.P. supo siempre que sería al fin y a la postre el "plan A". El presidente del Real Madrid ve venir desde muy lejos al presidente del Barcelona, le da tiempo a gambetearle ("ahora por aquí, ahora por allá") y a sacudirle otro golpe más. Y van cuatrocientos.

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